miércoles, 18 de agosto de 2021

Las refugiadas afganas.

Ante las impactantes imágenes del caos en el aeropuerto de Kabul, la clase política occidental ha tomado una de estas tres posturas:
1. Los que quieren mantener su conciencia limpia ofreciéndose a acoger refugiados. Una decisión bondadosa, tan buena como poner tiritas a alguien que se está desangrando. Acoger cincuenta mujeres mejorará la vida de cincuenta mujeres, pero dejará exactamente igual a  los millones de mujeres que no podrán escapar.
2. Los cínicos que se preocupan por "mantener ordenados los flujos migratorios". Que vienen a decir que pobrecitas las afganas, pero que se queden donde no molesten.
3. Los indeseables que ni siquiera creen necesario simular algo de solidaridad.

Ni que decir tiene que estoy con los primeros. Pero me gustaría que apareciera un cuarto grupo con ideas concretas y útiles para paliar el sufrimiento que se avecina para las afgana. Mientras tanto, los debates sobre la responsabilidad de Occidente y, especialmente, Estados Unidos, me aburren. Como me aburriría un ciclo de cine que durase 40 años y en el que dos únicas películas se fuesen proyectando alternativamente.