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martes, 23 de marzo de 2021

El próximo dilema.

En un par de meses, habrá un porcentaje ya significativo de personas vacunadas contra la covid. Ya se está debatiendo, pero todavía nos pilla un poco lejos, si las personas vacunadas deben sufrir menos restricciones que las no vacunadas. A medida que haya más gente que haya pasado por las jeringuillas, ese debate irá a más.

Desde un punto de vista práctico, es bueno que los vacunados puedan hacer más cosas. Hacer más cosas significa gastar más, y la economía está pidiendo a gritos que gastemos más. Y si lo hace gente que no se puede contagiar, ese aumento de la actividad económica no tendrá impacto sanitario.

Desde el punto de vista ético, es injusto que los vacunados tengas más derechos. Poder hacer más cosas significa tener más derechos. Salvo algunos sinvergüenzas, la mayoría de la población se vacunará cuando le toque. Será inevitable que los que se vacunen más tarde se sientan discriminados respecto a aquellos a los que el azar o la sinvergonzonería llevó la vacuna antes.

Parece sólo un dilema entre lo práctico y lo ético. Pero la discriminación genera cabreos y los cabreos generan disturbios y más sinvergüenzas que se querrán saltar la cola. Y eso no es práctico.

domingo, 24 de abril de 2016

Lecciones de fútbol: la ética y la justicia.

Hace diez días, en la prórroga del Sevilla - Athletic Club, se produjo una jugada que podía haber generado mucha polémica. Un jugador sevillista encaraba el área rival y sufrió un tirón. El Athletic inició el contraataque y desde la grada se oyeron silbidos hasta que los andaluces recuperaron el balón. Si el equipo vizcaíno llega a marcar, las quejas hubiesen subido de tono, hasta protestarían al árbitro por no parar el juego. No voy a entrar ahora a discutir si la acción del Athletic fue ética o no, pero queda claro que el árbitro hizo lo correcto, su decisión fue legal. Sólo se puede parar el juego si peligra la salud del deportista. Y un tirón es doloroso, pero nada grave.
Días después vimos una situación similar, en esta ocasión, un juez con más poder que un árbitro, el Tribunal Supremo, ordenaba que Adolf Todó y Jaume Masana recibieran la cuantiosa indemnización que habían pactado con el presidente de Caixa Catalunya y que el FROB había decidido no pagar. En las redes sociales leí numerosas muestras de descontento con la sentencia. Del mismo modo que no he discutido si el Athletic debía tirar el balón fuera, tampoco discutiré si la indemnización era excesiva. Pero, en un estado de derecho, los contratos se deben cumplir salvo que una de las partes haya obligado o engañado a la otra para firmarlo. No consta que Adolf Todó y Jaume Masana hicieran algo así con Narcís Serra, por lo tanto la indemnización era del todo legal.

martes, 22 de marzo de 2016

Una situación incómoda.

La vergonzosa actitud de algunos hinchas del PSV en la Plaza Mayor de Madrid me recordó una situación que viví hace cuatro años.
Había corrido la media maratón Roma - Ostia y subí al tren que me tenía que devolver a Roma. Los vagones iban llenos de atletas cargados con las bolsas que dan al finalizar las carreras: folletos, alguna crema milagrosa, galletas y, aquel día, un tetrabrik con un cuarto de litro de leche.
En una de las primeras paradas, por el otro extremo del vagón, subió una mujer que parecía, por la indumentaria y las facciones, rumana y gitana. Empezó a pedir limosna. Darle la comida que llevábamos en las bolsas parecía una buena idea. Cuando llegó hacia la mitad del vagón, iba tan cargada de paquetes de leche que no sabía dónde ponerlos ni parecía tener fuerzas para acarrearlos. A partir de ese momento, la solidaridad se convirtió en burla, o eso me pareció a mí. Mucha gente continuaba cargando a la mendiga y ella seguía recogiendo la leche y guardándola en lugares cada vez más inverosímiles. Cada vez que se le caía un paquete, se oían algunas carcajadas. No me atreví a plantar cara a los burlones. No sabía quién daba la leche por altruismo y quién lo hacía para burlarse, no sé italiano y, sobretodo, soy un cobarde, siempre lo he sido.
Así que cuando la mendiga llegó a mi altura, la ignoré y miré por la ventanilla incómodo por no saber cuál era la actitud correcta.