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lunes, 28 de septiembre de 2015

Esas reglas absurdas.

Hace unos años, uno de los artículos del reglamento que regía las votaciones decía que el voto lo tenía que introducir en la urna el presidente de la mesa. Una regla absurda que privaba a los ciudadanos del gran placer democrático de votar y hacerlo directamente, físicamente, con sus propias manos. Que la regla era absurda, se empezó a demostrar cuando los periodistas gráficos asediaban los colegios electorales en los que votaban los líderes más importantes. Vas a comparar el valor testimonial de una foto en la que se ve al Secretario General del Partido Mengano metiendo el voto en la urna al de una foto en la que se ve al mismo líder mirando con cara de circunstancias como un desconocido introduce en la urna el mismo voto. Las personalidades dejaron de votar indirectamente. Y detrás de las personalidades, lo hizo el pueblo llano. Ante la imposibilidad de castigar a los presidentes de mesa por permitir algo que todo el mundo quería hacer, se optó por por suprimir la ley absurda. Ahora todo el mundo puede depositar su papeleta en la urna, hasta puede delegar para que lo haga su hijo.
Ayer, en Manresa, un individuo metió cinco sobres juntos en una urna. Y se lió buena. ¿Qué dice el reglamento que se debe hacer en estos casos?  Al final el estropicio fue pequeño, se identificaron los cinco sobres que había introducido el individuo y se retiraron. Una hora estuvieron los votantes sin poder ejercer como tales por una incidencia que se podría haber evitado si los sobres hubiesen pasado por la mano del presidente.
P.D. ¿A nadie le inquieta que se puedan identificar los sobres que introduce cada persona?

lunes, 8 de septiembre de 2014

¡Qué raro es el fútbol!

Hace poco convencí a una amigo mío, amante del baloncesto, para ver un partido de fútbol, deporte del que ignora casi todo.
El equipo local, teóricamente superior, era incapaz de imponerse al visitante. Éste hacía muchas faltas para romper el ritmo del rival. A nuestro alrededor, algunos aficionados empezaban a mostrar su descontento.
- ¿Qué reclaman? - dijo mi amigo.
- Que saquen tarjeta amarilla al 4 por reiteración de faltas.
- ¿Cuántas faltas hacen falta para que señalen reiteración?
- Muchas.
- Pero, ¿cuantas, cinco, seis?
- Déjalo. Es a criterio arbitral.
Contento con el resultado, el equipo visitante, cuando recuperaba el balón, se dedicaba a pasarse el balón entre sus defensas sin intentar atacar. El público silbaba.
- ¿Por qué silban?
- Porque no intentan atacar ni chutar.
- ¿Cuánto tiempo tienen para chutar a gol?
- No hay límite de posesión, todo el que quieran.
- ¿Y por qué se quejan si lo que hacen es reglamentario?
- Déjalo, cosas del fútbol.
Los silbidos se convirtieron en insultos cuando, desde el centro del campo, un defensa visitante pasó la pelota al portero.
- Ahora lo he entendido, era campo atrás.
- No. En fútbol no hay campo atrás.
- Entonces, ¿por qué se enfadan?
Empecé a mirarlo con odio.
- Vale, vale, lo entiendo, cosas del fútbol.
En un contraataque, se adelantó el equipo visitante. A partir de ese momento, las pérdidas de tiempo eran exageradas. Cada saque de banda se eternizaba.
- ¿Por qué tardan tanto en sacar?
- Para perder tiempo.
- Ja, ja, ja, ¡qué burros!. Si el cronómetro está parado cuando no se juega. ¿O no?.
Sólo lo miré de reojo.
- No.
Cuando el cuarto árbitro sacó el cartel indicando que se añadirían tres minutos y los aficionados empezaron a protestar. Mi amigo, que me veía contrariado e intentaba congraciarse conmigo, dijo.
- Claro, se enfadan porque cambian al 3 y estaba jugando bien.
- No, eso indica que se añaden tres minutos. Y se enfadan porque debería añadirse más.
- Pero, ¿no se juegan noventa?, ¿por qué se añade tiempo?
- Por las lesiones y los cambios.
- ¿No sería más fácil parar el reloj? ¿Cómo sabe el árbitro que han estado sin jugar tres minutos? ¿Por qué no ponen el tiempo que falta todo el rato?
Me fui. No he vuelto a llevar a mi amigo a un partido de fútbol.