Mostrando entradas con la etiqueta censura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta censura. Mostrar todas las entradas

martes, 13 de marzo de 2018

¿Lo habéis leído?

A finales del siglo XIX, Clarín publicaba La Regenta. Una novela ambientada en una ciudad provinciana, triste, opresiva, claustrofóbica. Quizá porque la ciudad quedaba tan mal parada, el autor decidió llamar a la ciudad Vetusta. Aunque todos sabemos que se trataba de Oviedo.
Medio siglo después, Miquel Llor publicaba Laura a la Ciutat dels Sants. Otra ciudad provinciana, triste, opresiva y claustrofóbica de la que el autor nos escamotea el nombre. Aunque todos sabemos que se trataba de Vic.
A principios del siglo XXI, sin embargo, ambas ciudades se muestran orgullosas de haber sido escenario de grandes novelas. En las dos se han publicado guías para recorrer los rincones retratados. En Oviedo, incluso, se le ha dado al nombre ficticio el mayor honor que se puede otorgar hoy en día: bautizar a un equipo de fútbol, aunque sea un filial.
Quizá hay gente que cree que el protagonista de una novela siempre es el bueno, mucha gente, demasiada gente. Tanta, que vuelven a aparecer voces que exigen censurar Lolita porque la novela "justifica la pederastia":

domingo, 11 de marzo de 2018

Contra el fanatismo puritano.

Se ha liado parda porque se ha publicado una conversación privada de Lluis Salvadó en la que el exsecretario de Hacienda hablaba de escoger una consejera de educación con tetas grandes.
No voy a hablar de la hipocresía de los opositores políticos que exageran su escándalo.
No voy a hablar de la hipocresía de los partidarios que disculpan el desliz cuando en su día se escandalizaron con declaraciones parecidas de sus adversarios.
Los que me dan miedo son los que es escandalizan sinceramente y exigen destituciones o medidas más graves. Este señor no estaba en un acto público, no estaba deliberando para escoger el candidato idóneo para un puesto, estaba charlando informalmente con un amigo. Todos deberíamos tener derecho a decir las mayores burradas en nuestro entorno. Castigar los comentarios privados me parece una forma más infame de la censura que castigar los públicos.
Se empieza despidiendo a alguien por decir en privado que hay que escoger una consejera con tetas grandes y se acaba metiendo en la cárcel a un rapero por hablar de poner bombas al rey.

P.D. Otro día hablaré de lo preocupante que me parece que nos enteremos de conversaciones privadas.