Cuando la decisión a tomar es más importante, se necesitan mayorías cualificadas. Por ejemplo, para escoger el Síndic de Greuges (el equivalente al Defensor del Pueblo), se necesita el voto favorable de 3/5 de la cámara.
Quizás creas que esto de favorecer el mantenimiento del statu quo es una manía nuestra. No es así. Por ejemplo, para ratificar un tratado internacional firmado por el gobierno de los Estados Unidos, se requiere que el Senado lo apruebe con 2/3 de votos favorables.
Moraleja: en democracia, dejar las cosas como están es siempre más fácil que cambiarlas.
Ahora resulta que un señor no puede asistir a una asamblea de más de 3000 personas y el inequívoco mandato democrático de proclamar la independencia de Cataluña se encalla.
Por mucho que lo repitan, por más decibelios que inviertan, los resultados del 27-S no habilitan al Parlament para declarar la independencia. El resultado de la asamblea de la CUP es una prueba más de lo insuficiente de la victoria independentista para romper con la legalidad vigente. Con esto no quiero decir que el procés haya fracasado, como se apresuran a proclamar algunos medios. Pero va mucho más lento que lo que sus publicistas nos vendieron. Hace poco, en un medio poco hostil como Vilaweb, Carme Forcadell ya admitía que 2016 no sería el año de la independencia. Es más, fijaba un evento como prueba de que la independencia ya era efectiva: cuando Cataluña tenga asientos en la ONU. El parlamento de Kosovo declaró unilateralmente la independencia en 1990 y en 2008. A día de hoy, Kosovo ni siquiera es miembro de de la Unesco.