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jueves, 27 de mayo de 2010

Volveremos a Venecia.

Tengo la sensación de estar leyendo una novela oportunista en la que el autor aprovecha el actual descrédito del poder judicial para atraer la atracción del lector. El juez del Tribunal Supremo que protagoniza el libro es un corrupto de la peor especie de corruptos: esa formada por los que roban con el convencimiento moral de estar legitimados para hacerlo. Cuando llevo leídos un par de capítulos, decido volver a las primeras páginas para buscar la fecha de edición, 2005. Probablemente, entonces también parecía oportunista. Todavía peor, siempre hubiese parecido oportunista, porque el comportamiento de los jueces siempre ha estado rodeado por ese halo de casta suprema.
Abandonado el primer recelo, me dejo llevar por la doble historia: la del complot de ramificaciones internacionales y de alta política y la del romance de la juez rural. Al final, el autor decide que lo importante es el romance y lo describe de forma prolija y detallada. Mientras que el resto de historias, complot incluido, los despacha con dos brochazos. Si escoges el libro porque en la contraportada habla de un "trepidante thriller político", te decepcionará. Si lo escoges por la "historia de amor clandestino", creo que te gustará.