En esta guerra maniquea entre creadores e internautas, yo estoy algo más cerca de los creadores que de los internautas.
- Seguro que este tío es "creador".
Efectivamente, "creo" software. Sin embargo, los productos que yo creo sólo le sirven a la empresa que me paga. Mi
modus vivendi no se ve afectado por la piratería.
Creo que los creadores deben vivir dignamente de su trabajo si son buenos y lujosamente si son muy buenos. En caso contrario, la literatura, como decía Josep Pla de la literatura catalana de los años 50 , será una literatura de domingos por la tarde, si llueve.
Cuando los "internautas" alegan que la cultura es un derecho universal para justificar el pirateo, pienso que la alimentación es un derecho aún más básico y que nadie justifica el saqueo de tiendas de alimentos si no es en situaciones extremas.
En estas, llega Javier Marías y explica en un
artículo en contra de la piratería que los escritores sólo reciben el 10% del precio de un libro. Mierda, los pinos talados para fabricar un libro, la gasolina quemada para distribuirlo, las comisiones de agentes literarios y de concejales de urbanismo que aprueban la construcción de centrales logísticas (antes llamadas almacenes); no quiero pagarlos. Los sueldos de transportistas, impresores y libreros que sólo han leído el código de barras y la banda magnética de mi tarjeta, tampoco. ¿Por qué cuando compro un libro digital sólo me ahorro un 15% en lugar del 90%?
El último libro que he leído, "El pibe que arruinaba las fotos", me lo
regaló su autor, Hernán Casciari. Lo colgó en su blog,
Orsai, coincidiendo con su aparición en los anaqueles de las librerías. Esperaba que muchos de los lectores en la versión digital acabásemos comprando la versión en papel. Creo que éste tampoco es el camino. La fascinación por el libro físico desaparecerá con nuestra generación, del mismo modo que desapareció la fascinación por el manuscrito cuando apareció la imprenta.
Necesitamos encontrar un modelo de negocio para los creadores.