Hace más de tres años, Jordi Évole abandonaba el personaje del Follonero y se adentraba en el periodismo serio. A los amantes de las etiquetas estáticas los descolocaba este cambio. Algunos hasta criticaban a Jesús Eguiguren por hacer declaraciones muy serias en un programa poco serio como el de Évole. Entonces me parecía estupendo, mezclar la risa con las cosas serias. Hoy me lo sigue pareciendo.
Este domingo, Jordi Évole ha vuelto a descolocar a los alérgicos a los cambios (y a entusiasmar a los fanáticos). Hace muchos años, se decía que el objetivo de los medios de comunicación era "informar, formar y entretener". Es cierto que "Operación Palace" no informó, pero entretuvo a mucha gente e intentó (muchos no se dejan) formarlos.
El programa debería servir para hacernos más críticos con la información que recibimos. Sin embargo los foros en los que se comentaba el falso documental estaban llenos de afirmaciones del tipo "yo sí sé lo que pasó el 23-F, pero no os queréis enterar".
El programa debería servir para que los poderes públicos comprendan que la información que se oculta acaba siendo sustituida por suposiciones verosímiles que pueden ser peores para el Estado que la información ocultada.
El programa debería servir para que comprendamos que podemos, es más: debemos; ser capaces de adoptar diferentes registros. Y un buen comunicador puede pasar del humor a la información o de la información a la fábula, y no por ello perderá su gracia ni su credibilidad.
El programa debería servir para que comprendamos que la televisión es un medio tan válido y tan flexible como la literatura. A nadie se le ocurre criticar "Soldados de Salamina" de Javier Cercas o "La Mala Mujer" de Marc Pastor por novelar hechos reales. Por cierto, tengo que leer "Anatomía de un instante".
martes, 25 de febrero de 2014
jueves, 20 de febrero de 2014
¿Cómo se crean las leyendas?
En los últimos días, algunos de mis amigos de Facebook han publicado esta foto explicando que corresponde al momento en que el torero Álvaro Múnera se arrepiente de ser torero y de maltratar animales. Es cierto que Álvaro Múnera es un extorero y que ahora es muy activo combatiendo la fiesta de los toros. Sin embargo, la verdadera historia de su cambio de opinión es mucho más traumática. Aquí podéis ver una entrevista al extorero explicándola.
A mí me parece mucho más impactante y con mayor capacidad de convicción la historia real que la falsa. Por este motivo me hago dos preguntas.
¿Por qué alguien decide mentir para defender una causa? En este caso la mentira es muy fácilmente detectable, por lo que el argumento se vuelve en contra del mentiroso. Además, la verdad ya es suficiente buena para defender la causa.
¿Por qué somos tan crédulos? Sólo he necesitado buscar dos palabras en Google para conocer la verdad. Un montón de gente ha preferido repetir la mentira sin hacer el más mínimo esfuerzo por comprobarla.
El ser humano ha cambiado bastante menos que la tecnología. Me imagino que, en la Edad Media, cuando casi toda la información se transmitía de manera oral y no había modo de contrastar la información, era muy fácil que la historia de un señor bajito que mataba a un señor feo y poderoso en el Asia Central llegase a Europa convertida en un caballero que había matado a un dragón.
lunes, 17 de febrero de 2014
¿Quién debe pedir perdón?
El presidente de la Conferencia de Rabinos Europeos ha pedido a España que pida perdón por haber expulsado a los judíos en 1.492. A riesgo de que me llamen antisemita, me voy a aventurar a calificar la petición de solemne estupidez.
a) Si la idea es que los españoles pidamos perdón, debo alegar que los españoles podemos ser culpables de haber escogido al presidente que tenemos ahora, pero no a los reyes que se autoescogieron hacen cinco siglos.
b) Si la idea es que España como nación pida perdón, debo indicar que España ni siquiera existía hace cinco siglos.
c) Si la idea es que los herederos de los que tomaron la decisión pidan perdón, debo afirmar que, probablemente, por mis venas corre más sangre de judío converso que de rey católico.
d) Si la idea es que los beneficiarios del expolio a los judíos pidan perdón, debo recordar que el supuesto beneficio lo fue a muy corto plazo.La expulsión de los judíos supuso la expulsión de los mejores científicos y comerciantes de la época.Desprecio por la ciencia que día de hoy seguimos padeciendo.
a) Si la idea es que los españoles pidamos perdón, debo alegar que los españoles podemos ser culpables de haber escogido al presidente que tenemos ahora, pero no a los reyes que se autoescogieron hacen cinco siglos.
b) Si la idea es que España como nación pida perdón, debo indicar que España ni siquiera existía hace cinco siglos.
c) Si la idea es que los herederos de los que tomaron la decisión pidan perdón, debo afirmar que, probablemente, por mis venas corre más sangre de judío converso que de rey católico.
d) Si la idea es que los beneficiarios del expolio a los judíos pidan perdón, debo recordar que el supuesto beneficio lo fue a muy corto plazo.La expulsión de los judíos supuso la expulsión de los mejores científicos y comerciantes de la época.Desprecio por la ciencia que día de hoy seguimos padeciendo.
sábado, 8 de febrero de 2014
Eufemismos absurdos.
Leo en un diario digital que una persona ha muerto "después de una larga enfermedad diagnosticada en julio del año pasado".
Supongo que hablan de cáncer porque es el eufemismo habitual, pero queda claro que es completamente inexacto.
Supongo que hablan de cáncer porque es el eufemismo habitual, pero queda claro que es completamente inexacto.
jueves, 30 de enero de 2014
Respuestas contundentes, pero muy incompletas.
La FAES ha publicado un argumentario titulado "20 preguntas con respuesta sobre la secesión de Cataluña en el que, supuestamente, se demuestra la falsedad de los argumentos independentistas. Un amigo mío se quejaba en Facebook de los argumentos en contra de la independencia se basan en lo dañina que sería para Cataluña, pero que no dicen nada de lo mala que sería para el resto de España.
Mi primera reacción fue pensar (y escribir) que no hace falta convencer a la opinión pública de Zamora, pongamos por caso, de que debe estar en contra de la independencia de Cataluña, porque ya lo está. Pasadas las horas, me he dado cuenta de que sí es necesario explicar a la opinión pública del resto de España todo lo que perderán si Cataluña se independiza. No hacerlo, es un error más de la línea pedagógica del PP. Esa línea que, por ejemplo, insistió en que aplicar la "doctrina Parot" a los delitos cometidos antes de la reforma penal era un acto de justicia y no una aberración legal. Cuando llegó la sentencia de La Haya, el gobierno del PP no tuvo más remedio que liberar a los presos retenidos ilegalmente y afrontar el calificativo de traidor desde sus mismas bases. Es la línea pedagógica que confundió, voluntariamente, el respeto y la protección de las víctimas del terrorismo con dejar a algunas de sus asociaciones guiar la política terrorista. La víctima de un delito fácilmente sustituirá la justicia con la venganza. Ahora, los dos errores cortoplacistas se le han vuelto en contra.
No explicar a los ciudadanos de Badajoz que los efectos en forma de pérdida de mercado que supondría una Cataluña independiente y empobrecida es mal negocio. No explicar a los ciudadanos de Almería lo que supondría que sus productos hortofrutícolas tuvieran que atravesar las fronteras de una Cataluña independiente sería un mal negocio. No explicar a los ciudadanos de Madrid que esa financiación que Ignacio González considera insuficiente sería aún menor si Cataluña se independizase, es un mal negocio. No explicar que los mercados internacionales huyen de la inestabilidad y que consideran tan inestable un país que se independiza como un país que pierde una parte especialmente productiva de su territorio, es un mal negocio. En el siglo XXI, por suerte, el patriotismo ya no es una fuerza que arrastra a las masas. Los líderes independentistas catalanes lo saben y han recurrido a algo más sensible para la gente, su cartera. No han dudado en manipular la realidad para llegar a la conclusión de que "Espanya ens roba", y eso sí que ha movido a las masas. Con las llamadas a la sacrosanta unidad de la patria y la inmancillable Constitución, no vamos a ningún lado. Cuando la opinión pública del resto de España se dé cuenta de lo que perdería con la independencia de Cataluña, entenderá que hay que hacer algo para que la mayoría de los catalanes queramos seguir en España. Empezar ya a hacer esa pedagogía es un buen negocio. El PP se ahorrará que califiquen de claudicaciones lo que sólo serán acuerdos legales y democráticos.
Mi primera reacción fue pensar (y escribir) que no hace falta convencer a la opinión pública de Zamora, pongamos por caso, de que debe estar en contra de la independencia de Cataluña, porque ya lo está. Pasadas las horas, me he dado cuenta de que sí es necesario explicar a la opinión pública del resto de España todo lo que perderán si Cataluña se independiza. No hacerlo, es un error más de la línea pedagógica del PP. Esa línea que, por ejemplo, insistió en que aplicar la "doctrina Parot" a los delitos cometidos antes de la reforma penal era un acto de justicia y no una aberración legal. Cuando llegó la sentencia de La Haya, el gobierno del PP no tuvo más remedio que liberar a los presos retenidos ilegalmente y afrontar el calificativo de traidor desde sus mismas bases. Es la línea pedagógica que confundió, voluntariamente, el respeto y la protección de las víctimas del terrorismo con dejar a algunas de sus asociaciones guiar la política terrorista. La víctima de un delito fácilmente sustituirá la justicia con la venganza. Ahora, los dos errores cortoplacistas se le han vuelto en contra.
No explicar a los ciudadanos de Badajoz que los efectos en forma de pérdida de mercado que supondría una Cataluña independiente y empobrecida es mal negocio. No explicar a los ciudadanos de Almería lo que supondría que sus productos hortofrutícolas tuvieran que atravesar las fronteras de una Cataluña independiente sería un mal negocio. No explicar a los ciudadanos de Madrid que esa financiación que Ignacio González considera insuficiente sería aún menor si Cataluña se independizase, es un mal negocio. No explicar que los mercados internacionales huyen de la inestabilidad y que consideran tan inestable un país que se independiza como un país que pierde una parte especialmente productiva de su territorio, es un mal negocio. En el siglo XXI, por suerte, el patriotismo ya no es una fuerza que arrastra a las masas. Los líderes independentistas catalanes lo saben y han recurrido a algo más sensible para la gente, su cartera. No han dudado en manipular la realidad para llegar a la conclusión de que "Espanya ens roba", y eso sí que ha movido a las masas. Con las llamadas a la sacrosanta unidad de la patria y la inmancillable Constitución, no vamos a ningún lado. Cuando la opinión pública del resto de España se dé cuenta de lo que perdería con la independencia de Cataluña, entenderá que hay que hacer algo para que la mayoría de los catalanes queramos seguir en España. Empezar ya a hacer esa pedagogía es un buen negocio. El PP se ahorrará que califiquen de claudicaciones lo que sólo serán acuerdos legales y democráticos.
martes, 28 de enero de 2014
¿De quién son los votos?
A raíz del voto disidente de tres diputados autonómicos del PSC, se han vertido ríos de tinta sobre la situación del partido. Sin embargo, no he sido capaz de encontrar respuesta a una pregunta que, para mí, es fundamental: ¿es ético saltarse la disciplina de partido?
Todo lo que he leído estaba condicionado por el voto en sí. A los partidarios de la independencia de Cataluña les parecía una muestra magnífica de libertad la indisciplina de los tres diputados díscolos y a los partidarios de la unidad de España tal muestra de libertad les parecía una traición. En resumen, unas opiniones poco meditadas y muy mediatizadas.
Siendo la libertad un bien tan preciado en una democracia, parecería que los diputados deben tener derecho a decidir el sentido de su voto en todo momento. Este argumento sería especialmente válido en un sistema electoral de circunscripciones unipersonales. En este caso, votas a una persona que tiene, entre otros defectos y virtudes, la adscripción a un partido. Pero votas a la persona. En el sistema electoral español, no votas a una persona, votas a una lista decidida por un partido y, en el caso de que te lo creas, a un programa electoral. Cuando el cuarto diputado de la lista vota en contra de lo que dice su partido, está votando en contra de los que sus electores han votado. Podríamos afirmar que está traicionando a sus electores.
Bueno, parece que he llegado a la conclusión de que se debe respetar la disciplina de partido y que, en casos como el de los diputados del PSC, es correcto sancionarlos. Sin embargo, no todo es tan sencillo. ¿Qué pasa cuando un partido se desvía de su programa electoral o cuando debe afrontar decisiones que no se contemplaban en el programa? En el caso reciente del PSC, si los tres diputados díscolos creen en conciencia que quienes están traicionando el programa electoral son los otros diecisiete, ¿no sería ético que votasen según su conciencia? Si dentro de un grupo con cierto grado de homogeneidad como un grupo parlamentario se produce esta disensión, ¿no sería lógico pensar que entre los votantes de la lista se produciría la misma disensión y hasta con proporciones semejantes? Si los diputados electos han de seguir a rajatabla las decisiones del partido, ¿no sería más eficiente tener un parlamento con un diputado por partido y que las votaciones se hiciesen de manera ponderada?
Vaya, que no me aclaro. Si alguien me puede ayudar, se lo agradeceré.
Todo lo que he leído estaba condicionado por el voto en sí. A los partidarios de la independencia de Cataluña les parecía una muestra magnífica de libertad la indisciplina de los tres diputados díscolos y a los partidarios de la unidad de España tal muestra de libertad les parecía una traición. En resumen, unas opiniones poco meditadas y muy mediatizadas.
Siendo la libertad un bien tan preciado en una democracia, parecería que los diputados deben tener derecho a decidir el sentido de su voto en todo momento. Este argumento sería especialmente válido en un sistema electoral de circunscripciones unipersonales. En este caso, votas a una persona que tiene, entre otros defectos y virtudes, la adscripción a un partido. Pero votas a la persona. En el sistema electoral español, no votas a una persona, votas a una lista decidida por un partido y, en el caso de que te lo creas, a un programa electoral. Cuando el cuarto diputado de la lista vota en contra de lo que dice su partido, está votando en contra de los que sus electores han votado. Podríamos afirmar que está traicionando a sus electores.
Bueno, parece que he llegado a la conclusión de que se debe respetar la disciplina de partido y que, en casos como el de los diputados del PSC, es correcto sancionarlos. Sin embargo, no todo es tan sencillo. ¿Qué pasa cuando un partido se desvía de su programa electoral o cuando debe afrontar decisiones que no se contemplaban en el programa? En el caso reciente del PSC, si los tres diputados díscolos creen en conciencia que quienes están traicionando el programa electoral son los otros diecisiete, ¿no sería ético que votasen según su conciencia? Si dentro de un grupo con cierto grado de homogeneidad como un grupo parlamentario se produce esta disensión, ¿no sería lógico pensar que entre los votantes de la lista se produciría la misma disensión y hasta con proporciones semejantes? Si los diputados electos han de seguir a rajatabla las decisiones del partido, ¿no sería más eficiente tener un parlamento con un diputado por partido y que las votaciones se hiciesen de manera ponderada?
Vaya, que no me aclaro. Si alguien me puede ayudar, se lo agradeceré.
martes, 21 de enero de 2014
Es necesario saber de números, pero también de gramática.
El pasado 20 de enero, Josep Borrell y Joan Lloranch explicaban en este artículo que, digan lo que digan los independentistas, una eventual Cataluña independiente no dispondría de 16.000 millones de euros adicionales cada año.
El mismo día, Xavier Sala i Martín respondía en este artículo que había encontrado los 16.000 millones e ironiza sobre los conocimientos matemáticos del exministro y el empresario y los acusa de razonar con mala fe.
El ejemplo que pone el economista de las llamativas chaquetas, si yo regalo a alguien algo pagándolo con mi tarjeta VISA, tarde o temprano deberé pagarlo no es del todo fiel a la realidad. Voy a poner un ejemplo que se parece más a la realidad. Si el señor Sala i Martín y yo dispusiéramos de una tarjeta de crédito cuya cuenta de cargo fuese una cuenta de los dos y yo me gastase todo el crédito de la misma en un coche (me pongo yo como el malo porque para los independentistas es el único supuesto viable), la deuda sería de los dos. Si a partir de ese momento, el señor Sala i Martín decidiese, enojado, no compartir más cuentas conmigo, Dispondría, efectivamente, de más dinero, puesto que no aportaría a la cuenta que yo dilapido, pero no se desprendería de la deuda. No dispondría de los 15.618 millones de euros adicionales.
El error de Sala i Martín es un error gramatical. Él pretende responder a la pregunta "¿Qué hubiese pasado si...?", mientras que Borrell y Lloranch estaban respondiendo a la pregunta "¿Qué pasaría si...?".
La diferencia es tan obvia que parece extraño que todo un escritor y divulgador no la entienda. Claro que a lo mejor no la entiende porque tiene un poco de mala fe.
El mismo día, Xavier Sala i Martín respondía en este artículo que había encontrado los 16.000 millones e ironiza sobre los conocimientos matemáticos del exministro y el empresario y los acusa de razonar con mala fe.
El ejemplo que pone el economista de las llamativas chaquetas, si yo regalo a alguien algo pagándolo con mi tarjeta VISA, tarde o temprano deberé pagarlo no es del todo fiel a la realidad. Voy a poner un ejemplo que se parece más a la realidad. Si el señor Sala i Martín y yo dispusiéramos de una tarjeta de crédito cuya cuenta de cargo fuese una cuenta de los dos y yo me gastase todo el crédito de la misma en un coche (me pongo yo como el malo porque para los independentistas es el único supuesto viable), la deuda sería de los dos. Si a partir de ese momento, el señor Sala i Martín decidiese, enojado, no compartir más cuentas conmigo, Dispondría, efectivamente, de más dinero, puesto que no aportaría a la cuenta que yo dilapido, pero no se desprendería de la deuda. No dispondría de los 15.618 millones de euros adicionales.
El error de Sala i Martín es un error gramatical. Él pretende responder a la pregunta "¿Qué hubiese pasado si...?", mientras que Borrell y Lloranch estaban respondiendo a la pregunta "¿Qué pasaría si...?".
La diferencia es tan obvia que parece extraño que todo un escritor y divulgador no la entienda. Claro que a lo mejor no la entiende porque tiene un poco de mala fe.
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