martes, 13 de noviembre de 2012

Creo en Dios, pero no creo en los curas.

Ésta es una respuesta que puedes oír frecuentemente si preguntas por la aparente contradicción de los que no van casi nunca a misa, salvo la primera comunión de sus hijos  o su propio entierro. Con la huelga general, me pasa algo parecido. Aunque estoy tan cabreado como mi amigo Javier Merino, me cuesta secundar la huelga debido a los mensajeros que me conminan a hacerlo. Creo que es necesario un movimiento obrero poderoso, que es una injusticia que paguemos los trabajadores los errores de los especuladores, que el gobierno debe saber que no puede sacar más jugo de un limón exprimido. Estuve afiliado a un sindicato. Hasta que me abandonaron por su cálculos electorales o personales. Probablemente soy egoísta, pero no pienso renunciar a un día de sueldo por una causa que considero justa siguiendo a guías de los que no me fío.

1 comentario:

Ramón Martín Cabeza dijo...

Creo que un gran problema de este país (o estado o lo que quieras) es que mientras unos intereses no cuestionan deformas no liderazgos, los otros nos pasamos el día discutiendo esterilmente dónde poner la coma y no aceptamos la autoridad de nadie.

No quiero ser como la iglesia para nada pero ellos, sólo siguiendo a un líder más que cuestionable, ganaban cruzadas.