miércoles, 11 de julio de 2018

Cuando el idioma chirría.

Hace unos meses se lió una buena polémica cuando Arturo Pérez Reverte anunció que la RAE admitiría el imperativo "iros".
Y es que en castellano tenemos un problema con el imperativo de segunda persona del plural. Mejor dicho, tenemos un problema con el fonema d al final de palabra. Nos cuesta mucho pronunciarlo. No hemos llegado a un acuerdo de cómo debemos pronunciar Madrid, amad, temed o vivid.
Y el imperativo de segunda persona del plural acaba en d, siempre, o casi siempre, pero no se me ocurre ninguna excepción. Por eso mucha gente opta por el infinitivo. Amar a quien queráis. Temer a los malos gobiernos. Vivir vuestra vida.
Y cuando el verbo es pronominal se complica, porque si aplicamos la regla general,: añade el pronombre al imperativo (cómete las lentejas, siéntese aquí); el imperativo de la primera y tercera conjugación de convertiría en un participio ("tomados" una cerveza, "bajados" a la playa, "pedidos unas gambas". Total que los habitantes del castellano decidimos cargarnos esa molesta "D". Comeos, amaos, repartíos.
Pero nos quedaba el molesto verbo ir. Un verbo tan irregular que no se conjuga ni parecido a sí mismo, id, fue, voy. El imperativo de segunda persona del plural es id, para la forma pronominal deberíamos quitar la D y añadir el pronombre, "íos". Qué mal suena, recupera la D, idos. Qué mal suena. Iros. Qué vulgar queda.
Y la academia tiró la toalla. Iros al carajo y decirlo como queráis.

No hay comentarios: