Había gente muy bienintencionada, aunque algo intransigente, que pensó que las burlas hacia las minorías merecían ser castigadas. Consiguieron que los legisladores les escucharan y algo tan subjetivo como la ofensa empezase a ser delito.
Ahora, si cuentas un chiste de maricones y tiene cierta repercusión, te puede caer la del pulpo en la redes sociales. Aquellas gentes binentencionadas sonríen satisfechas. Todos tenemos un altavoz para decirle a alguien que su broma nos ha ofendido. Pero el botón para decidir si la ofensa merece castigo solo lo tienen unos pocos. Y ahora, si cuentas un chiste machista te dirán de todo o, incluso, perderás una contratación en una fiesta mayor, pero si te burlas de una bandera o de ese amigo imaginario al que llaman Dios, te pueden llevar a juicio. Pregunta a Dani Mateo o Willy Toledo.
Y yo que siempre creí que todas las banderas eran para quemar
Piratas
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