Antes de empezar. Las líneas que vienen detrás no pretenden calificar ni para bien ni para mal la actuación de los
mossos. Solo estoy hablando de la reacción de la sociedad.
En todo el debate contaminado sobre la actuación de los
mossos d'esquadra se ha hablado muy poco sobre la muerte de los terroristas. ¿Alguien se imagina a un imán lamentando en público la muerte de los terroristas? ¿Alguien se imagina manifestaciones para protestar por esas muertes?
Pues hace 26 años esas cosas pasaban. También recuerdo otras reacciones más tibias en las que, sin llegar al homenaje a los caídos, se cuestionaba la acción de las fuerzas de seguridad que quizás podían haber neutralizado a los terroristas armados sin necesidad de abatirlos.
¿Qué ha cambiado?
Se me ocurren tres razones. Ninguna de las tres lo explica todo, pero creo que las tres juntas sí que se acercan a la realidad.
Los muertos no son nuestros muertos.
En 1991, buena parte de la sociedad vasca (leed Patria, de Fernado Aramburu) consideraba a los etarras como "sus chicos".
Los que han matado son nuestros policías.
Para buena parte la opinión pública de 1991, Policía Nacional y Guardia Civil todavía arrastraba el sambenito de tener herencia franquista. El GAL había ayudado significativamente a mantener esta opinión. Para la sociedad catalana, los
mossos d'esquadra son su policía, una policía nacida en democracia y sin mochilas de antecedentes dictatoriales. La CUP ha denunciado alguna vez algunos excesos, pero no ha encontrado mucho eco en el conjunto de la sociedad. Los nacionalistas españoles más ultramontanos han dudado alguna vez de su capacidad, pero no se han quejado nunca de ninguna extralimitación.
Estos dos argumentos explican que parte de la sociedad que lamentaba la muerte de los etarras no lamente la de los yihadistas, pero no explica la unanimidad actual. Los pocos "peros" que he leído al abatimiento de los terroristas van en la línea de la utilidad para la lucha contra el terrorismo de capturarlos vivos, ninguno se cuestiona la violación del derecho a la vida. Así llego a la tercera conclusión.
Nos hemos vuelto más justicieros. La vida humana ya no nos parece un valor sagrado. La mayoría de la población todavía no está a favor de la pena de muerte, pero ya no nos parece tan mal la muerte como castigo: "se lo tenían merecido". Ningún político se atreve a contradecir este cambio demoscópico. Ni siquiera la CUP, la única que ha criticado alguna vez la brutalidad policial, ha abierto la boca esta vez. Saben que mucha de la gente que los mira con simpatía por ser los genuinos antisistemas les daría la espalda si acusaran de asesinato a los
mossos.
He empezando diciendo que no iba a hablar de la actuación de los
mossos. Quiero acabar diciendo que estoy reflexionando sobre la evolución de la sociedad, no la estoy juzgando. Yo también he sentido cierta alegría cuando he sabido que habían caído los yihadistas y solo sentí alivio cuando cayeron los etarras.