martes, 22 de marzo de 2011

Racismo.

Decir que los X son Y, puede no ser una afirmación racista. Sí que lo es decir que los X son Y y no pueden evitar serlo. Si un porcentaje significativo (no necesariamente alto) de los miembros de un colectivo tiene un comportamiento inadecuado, la solución no es negar la evidencia, porque entonces llegarán los Anglada, Albiol y similares para publicitar sus generalizaciones y sus falsedades. Si te empeñas en no ver un síntoma, mal podrás diagnosticar la enfermedad.
Pongamos un ejemplo que espero no resulte muy polémico. "La mujeres de origen magrebí son excesivamente sumisas con sus maridos". Los racistas dirán que es cierto y que no tiene arreglo, que "lo llevan en la sangre". Los fanáticos de lo políticamente correcto dirán que es sencillamente falso. Los primero no lo solucionarán porque, evidentemente, no quieren solucionarlo; iría en contra de sus convicciones. Los segundos no lo solucionarán porque  no verán el problema. Y el problema existe. Sería provechoso estudiar por qué las mujeres de origen magrebí son, en términos estadísticos, más sumisas. Seguro que podríamos encontrar que algunos aspectos del sistema educativo occidental, de la cultura magrebí o de la religión musulmana condicionan la libertad de las mujeres. Y entonces podríamos contrarrestarlos.

2 comentarios:

Ramón Martín Cabeza dijo...

O darnos cuenta de que es una cuestión generacional el hecho de que dejen de serlo.

Mariano Puerta Len dijo...

La educación de los chavales se sustenta en tres patas principales: la familia, la escuela y la calle. Si convertimos las calles en guetos y la escuela fracasa, el único referente que tendrán será la familia y harán falta muchas generaciones para que dejen de serlo.