Hace un mes, estos girasoles tenían sus pétalos de un amarillo rabioso. Estos campos parecían cuadros de Van Gogh. Los paseantes se paraban para hacerles fotos o hacerse fotos con ellos. Ahora no se para nadie. A los turistas nos parecen feos. Para el agricultor, ahora están más bellos que nunca. En realidad, no. Aún se tienen que poner más negros, más secos, más feos, llegaremos a decir con nuestra atrevida ignorancia. Y entonces, sí. El agricultor sabrá que esta vez la colaboración con la naturaleza ha dado resultado.
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