viernes, 28 de mayo de 2010

Estoy harto.

Estoy harto de que los que se aprovecharon de las vacas gordas cobrando muchos trabajos en dinero negro se quejen de mantener funcionarios con los impuestos que no pagaron.
Estoy harto de oír a los que clamaban por frenar el despilfarro en funcionarios, se quejen también ahora que bajan el sueldo de los servidores públicos.
Estoy harto de que los funcionarios se quejen de que su sueldo reciba un pequeño recorte cuando la tasa de desempleo llega al 20%.
Estoy harto de que los estudios pagados por entidades financieras recomienden la jubilación a los 67 mientras las mismas entidades financieras jubilan a sus trabajadores a los 55.
Estoy harto de los prejubilados que se quejan de que perderán poder adquisitivo mientras sus compañeros que siguen trabajando pagarán su premtura jubilación.
Estoy harto de que nos receten austeridad para salir de la crisis cuando la solución sería que todos los que tienen gasten. No confundir con gastar lo que no se tiene como se ha hecho hasta hace poco.
Estoy harto de que me encarguen sacar un camión de la cuneta remolcándolo con un vespino. De que cuando el vespino se quede sin gasolina, tenga que pedalear yo. Y de que cuando el camión vuelva a la carretera, si no me arrolla, me guardarán un sitio en la parte de atrás del remolque, por la parte de afuera.

jueves, 27 de mayo de 2010

Volveremos a Venecia.

Tengo la sensación de estar leyendo una novela oportunista en la que el autor aprovecha el actual descrédito del poder judicial para atraer la atracción del lector. El juez del Tribunal Supremo que protagoniza el libro es un corrupto de la peor especie de corruptos: esa formada por los que roban con el convencimiento moral de estar legitimados para hacerlo. Cuando llevo leídos un par de capítulos, decido volver a las primeras páginas para buscar la fecha de edición, 2005. Probablemente, entonces también parecía oportunista. Todavía peor, siempre hubiese parecido oportunista, porque el comportamiento de los jueces siempre ha estado rodeado por ese halo de casta suprema.
Abandonado el primer recelo, me dejo llevar por la doble historia: la del complot de ramificaciones internacionales y de alta política y la del romance de la juez rural. Al final, el autor decide que lo importante es el romance y lo describe de forma prolija y detallada. Mientras que el resto de historias, complot incluido, los despacha con dos brochazos. Si escoges el libro porque en la contraportada habla de un "trepidante thriller político", te decepcionará. Si lo escoges por la "historia de amor clandestino", creo que te gustará.

domingo, 16 de mayo de 2010

Siete días de Julio.

Cuando acaba "Cuatro días de enero". Te quedas con las ganas de saber qué le pasará a Miquel Mascarell cuando los nacionales entren en Barcelona. En "Siete días de julio" descubrimos que no le ha ido mal del todo: no le han fusilado. Es más, de forma sorprendente, le indultan y vuelve a Barcelona donde tendrá que resolver otro caso con muy pocas herramientas y acosado por la policía del régimen.
El retrato de la aterrorizada Barcelona de los cuarenta es muy bueno, pero la trama estrictamente policial resulta algo inverosímil: es muy difícil que un plan tan retorcido como el de los malos salga bien en tantos recovecos.

viernes, 14 de mayo de 2010

El destino también juega.

Soy inculto en cine, pero me defiendo manejando los buscadores. La película de la que hablaba ayer era "El destino también juega". Expliqué un trozo de la peli, per no el final. Poco antes de que aparezca el The End, el espectador descubre que todo era un farol, que el usurero, el ludópata y la casiviuda estaban conchabados. Todo era un montaje para que los incautos creyeran que la decisión del usurero estab sustentada en hechos tan irrefutables que violentaban el comportamiento habitual del prestamista.

jueves, 13 de mayo de 2010

La decisión inevitable.

Mi incultura cinéfila me impide recordar su título y sus actores, pero me viene a la memoria una película del oeste que ofrecía un precioso símil sobre las medidas del gobierno de Rodríguez Zapatero para combatir la crisis. Un desconocido llega a la ciudad y empieza a jugar una partida de póquer. Está perdiendo mucho dinero. Le llega una mano que parece buena y sus rivales también tienen buenas cartas. Las apuestas se suceden y se superan hasta que el forastero no tiene más dinero para apostar, la situación le provoca un ataque cardiaco. Lo sustituye en la mesa su mujer que, al ver las cartas, abandona su puritanismo y decide continuar la partida. Como no tiene dinero npara seguir apostando pide que llamen al usurero de la ciudad. Cuando el usurero recibe la petición del préstamo, exige ver las cartas. Acepta ofrecer el préstamo. En ese momento, los rivales del forastero abandonan, conocen al usurero y saben que resulta tan contrario a las costumbres del banquero, que la garantía (la mano que lleva el forastero) tiene que ser muy muy sólida.
El recorte tan drástico en gasto e inversión que ha anunciado el presidente del gobierno está tan apartado de la política que ha seguido hasta ahora, que tiene que ser por fuerza inevitable.

viernes, 7 de mayo de 2010

El drama de la ludopatía.

Cuando alguien cae en esta perniciosa adicción, los nefastos efectos se extienden mucho más allá del incauto que cayó en ella creyendo que era capaz de ganar fácilmente. Obviamente, el primer afectado es él mismo, que probablemente se arruinará. Como somos seres sociales, arrastrará también a la ruina a sus allegados. Habrá otros, sin embargo, que ganarán de forma algo más segura con el juego: son los que hacen trampas. Sobornarán árbitros y jugadores para asegurarse los resultados por los que han apostado. De esta forma, adulterando las competiciones pueden llegar a hacerlas inviables. Puede parecer ésta la forma más fácil de ganar, pero no lo es. Un teléfono pinchado, una delación pueden dar al traste con el delictivo plan para asegurarse los beneficios. ¿Hay una forma más segura para ganar con el juego? Sí, ser a la vez apostante y árbitro. Imaginemos que el árbitro de un partido de fútbol apostase a quién será el ganador de un partido que el mismo debe arbitrar. Mejor aún, imaginemos que un juez de natación sincronizada apuesta por el resultado en la competición en la que él decide el ganador. Pues eso mismo son los grandes emporios inversores. Pueden apostar a que un valor, las acciones de una empresa, la deuda de un país, etcétera subirán o bajarán de cotización y a continuación provocar el movimiento que han previsto. Por ejemplo emitiendo una previsión desde una agencia de calificación, o iniciando un movimiento de compra o venta. El efecto es mucho más devastador que el de las mafias del juego en las carreras de caballos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

Mr. Vértigo

Un huérfano que vive maltratado por sus tíos es captado por un agente que le promete enseñarle a volar. El agente cumple su palabra, pero no sale todo bien. Como otras novelas de Auster, cuando intentas explicarla, resulta un pestiño. Sin embargo si la lees resulta bastante mejor. A ratos piensas que es la novela que hubiese escrito Dickens en la primera mitad el siglo XX. A ratos piensas que es una buena metáfora sobre la explotación de los deportistas jóvenes. A ratos, hasta te olvidas de que Newton nos prohibió volar, y crees que puede convertirse en un arte. Eso sí, siempre te lo pasas bien, aunque creo que olvidaré fácilmente la novela.