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sábado, 12 de diciembre de 2015

En defensa de Jorge Fernández Díaz.

El de ministro de interior, es el peor puesto que te pueden dar en política. En cualquier país, en cualquier gobierno. La principal competencia del ministro de interior es contener a los malos.
Es función del ministro de interior, entre otras cosas, mandar a los antidisturbios que velan por que las manifestaciones no se desmanden. Si cuatro o cinco manifestantes deciden quemar contenedores y los antidisturbios son poco contundentes, el ministro recibirá críticas por permisivo. Si son demasiado contundentes, las críticas serán por represor. Y como el punto de equilibrio de la contundencia es distinto en función de cada votante y de lo que reclame la la manifestación, cualquier manifestación con alborotadores acabará con críticas al ministro por un lado, por otro, o por los dos a la vez.
También es función del ministro de interior mandar a los que controlan el tráfico. Y ahí, casi todos hemos sido malos alguna vez. Casi todos hemos sido reprimidos por el ministro. Nuestra valoración del mismo baja varios puntos después de una multa. porque a nosotros todas las multas nos las ponen por afán recaudatorio.
También es obligación del ministro de interior evitar que los malos maten. Cuando lo consigue y detienen a alguien antes de cometer un atentado, leemos la noticia con suspicacia. Cuando no lo consiguen, nos preguntamos qué han hecho las fuerzas de seguridad para evitarlo.
Definitivamente, no me gustaría ser ministro de interior. Siento cierta solidaridad con Jorge Fernández Díaz. Pero, dime, Jorge, con todos los palos que recibes inevitablemente por tu cargo, ¿qué necesidad tenías de condecorar vírgenes y hablar de tu ángel de la guarda?