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martes, 22 de marzo de 2016

Una situación incómoda.

La vergonzosa actitud de algunos hinchas del PSV en la Plaza Mayor de Madrid me recordó una situación que viví hace cuatro años.
Había corrido la media maratón Roma - Ostia y subí al tren que me tenía que devolver a Roma. Los vagones iban llenos de atletas cargados con las bolsas que dan al finalizar las carreras: folletos, alguna crema milagrosa, galletas y, aquel día, un tetrabrik con un cuarto de litro de leche.
En una de las primeras paradas, por el otro extremo del vagón, subió una mujer que parecía, por la indumentaria y las facciones, rumana y gitana. Empezó a pedir limosna. Darle la comida que llevábamos en las bolsas parecía una buena idea. Cuando llegó hacia la mitad del vagón, iba tan cargada de paquetes de leche que no sabía dónde ponerlos ni parecía tener fuerzas para acarrearlos. A partir de ese momento, la solidaridad se convirtió en burla, o eso me pareció a mí. Mucha gente continuaba cargando a la mendiga y ella seguía recogiendo la leche y guardándola en lugares cada vez más inverosímiles. Cada vez que se le caía un paquete, se oían algunas carcajadas. No me atreví a plantar cara a los burlones. No sabía quién daba la leche por altruismo y quién lo hacía para burlarse, no sé italiano y, sobretodo, soy un cobarde, siempre lo he sido.
Así que cuando la mendiga llegó a mi altura, la ignoré y miré por la ventanilla incómodo por no saber cuál era la actitud correcta.