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sábado, 14 de noviembre de 2015

La barbarie ataca a Europa, otra vez.

A veces, escribo aquí para explicar a los demás por qué pienso como pienso. Otras lo hago para explicármelo a mí, para ordenar mis ideas, Hoy soy incapaz de explicar nada. Otros lo tienen muy claro. Hace algunas semanas, el gobierno francés decidió bombardear las posiciones de Daesh. Ahora Francia lo está pagando.
Muchos, desde ese punto de vista tan occidental que consiste en culpar de todo a occidente, están equiparando ambas acciones. Occidente no debería inmiscuirse en los asuntos de Oriente Medio, vienen a decir. ¿Seguro? ¿No tenemos que hacer nada para que Malala y millones de niñas como Malala puedan estudiar? Y si pensamos que sí que tenemos que hacer algo, ¿qué hacemos? ¿manifestaciones delante de nuestros ayuntamientos? ¿enviar libros de urbanidad? ¿bombardearlos y matar culpables e inocentes?
Otros muchos, también con una visión típicamente occidental de considerar bárbaro todo lo ajeno a occidente (aunque etimológicamente tienen razón), tienen claro que la solución es impermeabilizar las fronteras, las políticas y las mentales. Que no vengan de fuera. Si vienen, que dejen atrás sus costumbres. Olvidan, o esconden, que hace cuarenta años ya había muchos musulmanes en París. Y entonces era inimaginable un atentado como el de ayer. Aquella generación  de musulmanes se había educado en Argelia. Todavía no se ha hecho pública la identidad de los terroristas musulmanes abatidos ayer, pero apostaría a que la mitad o más son franceses, nacidos y educados en Francia.
A mí no se me ocurre ninguna solución. Matar es muy fácil, si tienes armas. Convencer a alguien para que quiera matar también se está revelando como algo extremadamente fácil. Habrá que hacer algo para que sea más difícil conseguir armas y convencer a alguien de que las utilice. Todos sospechamos quién paga las armas y a los líderes religiosos que promueven el fanatismo. Quizás podríamos empezar por ahí.