miércoles, 21 de septiembre de 2016

La delgada línea entre lo admirable y lo vergonzoso.

Hace pocos días me llegaron dos noticias sobre el deporte y los valores.
La primera, bastante desagradable, hablaba de un partido amañado entre dos equipos cadetes de fútbol. Para mi mayor escarnio, uno de los equipos implicados es de mi pueblo.
La segunda era bastante más positiva y venía acompañada de numerosos comentaros elogiosos. Venía, ademas, acompañado de unas imágenes impactantes. Jonathan Brownlee, un triatleta de primer nivel, llegaba destacado a la línea de meta. Se trataba de la última prueba de la Copa del Mundo, una competición por puntos. Si llegaba primero y su principal rival no llegaba entre los tres primeros, era campeón. Si llegaba segundo y su principal rival no llegaba entre los cinco primeros, también era campeón. Estaba cantado que sería campeón. Pero a falta de 300 metros, Jonathan Brownlee sufrió un desvanecimiento. Fue avanzado por el segundo. Le alcanzó el tercero, su hermano Alistair Brownlee. Alistair Brownlee lo coge por los hombros y le acompaña hasta la meta haciendo que su hermano llegue segundo. Les sirvió de poco. Su principal rival, Mario Mola, llegó quinto y la Copa del Mundo fue para él. Todo el mundo comparte en las redes sociales el bello gesto de Alistair Brownlee.
Si embargo, si analizamos bien lo sucedido, los hermanos Brownlee hicieron lo mismo que Gimnàstic y Cornellá: falsearon la competición entre ellos para perjudicar a un tercero.

lunes, 19 de septiembre de 2016

El arduo camino de los anticapitalistas.

Comparto con los movimientos anticapitalistas la idea de que la propiedad privada es fuente de frustraciones y violencias. Sin embargo, me parece ingenua su creencia de que eso se puede cambiar.

Esto lo vi este verano en una playa. "Este terreno es mío porque lo he marcado yo". ¿Alguien cree que se puede erradicar este sentimiento?

martes, 13 de septiembre de 2016

No hagas eso, que...

Ayer vi este tuit de la policía catalana.



Recordé, una vez más, aquella ocasión en que una señora estaba intentando evitar un mal comportamiento de su hijo.
- No te metas por ahí, que vendrá el guarda.
Mi padre me dijo: "Si a un niño le dices que no haga algo porque vendrá el guarda, aprenderá a hacerlo cuando esté seguro de que no le ve el guarda. Si le explicas por qué lo que quería hacer no se debe hacer, aprenderá a no hacerlo nunca."

domingo, 11 de septiembre de 2016

Clientes y jefes.

Hace unos días charlaba con un veterano entrenador. El hombre se quejaba, entre amargado y resignado, de que mucha gente se veía capacitada para juzgar su trabajo. No quería polemizar con él, pero pensé "bienvenido a la sociedad de mercado". Desde que nos incorporamos al sistema académico, vivimos guiados por tutores y juzgados por expertos (muchas veces, la misma persona). Gente que sabe más que nosotros (o que se supone que sabe más que nosotros), nos dice cómo debemos hacer las cosas y nos juzga si las hacemos bien.
Un buen día, nos incorporamos al sistema productivo. Cada vez quedan menos puestos de trabajo en los que el superior sabe hacer mejor las cosas que nosotros. Ya no tenemos tutores que nos guíen ni expertos que nos juzguen; tenemos clientes. Los clientes son personas que no nos dicen qué quieren y no tienen ni idea de cómo se hace nuestro trabajo, pero saben muy bien cuál quieren que sea el resultado de nuestro quehacer. Y eso es muy incómodo. Porque los clientes pueden pedir imposibles. Porque unos clientes pueden pedir cosas contradictorias respecto a otros. Porque no entendemos lo que quieren los clientes. Porque nosotros sabemos mejor que los clientes lo que necesitan.
En la sociedad de mercado, lo importante no es hacer bien nuestro trabajo, sino convencer a nuestros clientes de que nuestro trabajo es bueno. Puede parecer injusto, pero no es malo del todo. Si nuestro trabajo no satisface a los destinatarios del mismo, quizás no lo estamos haciendo bien, aunque nosotros estemos convencidos de de nuestra calidad. No basta con hacer bien nuestro trabajo, tenemos que explicarlo, tenemos que venderlo.
En cualquier caso, sea justa o injusta, es la sociedad en la que nos movemos. Más nos vale entenderlo. El veterano entrenador debe aprender que no basta crear mejores deportistas, su trabajo también consiste en convencer a los deportistas y sus padres de que lo hace.

martes, 6 de septiembre de 2016

¿No nos estamos pasando?

Soy un firme partidario de que mujeres y hombres tengamos las mismas oportunidades, pero ¿es necesario el ridículo gramatical para conseguirlo? 
Ya puestos, deberían llamar fiscala generala a la principal autoridad del ministerio fiscal, perdón, principala.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Micronacionalismos.

Cuando, en la sabana africana, hace un montón de años, los primeros homínidos incorporaron la carroña a su dieta, se empezó a incubar el nacionalismo. Era más fácil cazar en grupo. Era más fácil conservar las presas en grupo. El siguiente paso fue definitivo: la invención de la tribu. La tribu nos permitió diferenciarnos a Nosotros de Ellos.
Para fortalecer la cohesión de la tribu, se usaron dos corolarios a la regla principal:
a) Nosotros somos mejores que Ellos.
b) Ellos nos perjudican a Nosotros.
De lo que se deduce que:
a) Saldrás perdiendo si te vas con Ellos.
b) Necesitamos que nos defiendas a Nosotros.
El tamaño de la tribu ha sido variable, desde las polis griegas a las vastas extensiones ocupadas por las diferentes religiones. Pero el tamaño estándar es el de la nación. En nombre de la nación, de la patria, nos han hecho combatir en guerras, competir en juegos olímpicos, celebrar canciones en Eurovisión. Siempre siguiendo la regla y los dos corolarios:
Nosotros no somos Ellos. Cuando la tribu es fuerte, se hace hincapié en que Nosotros somos mejores que Ellos. Cuando la tribu es débil, se hace hincapié en que Ellos nos perjudican a Nosotros.
A pesar de que el nacionalismo más evidente se genera en las naciones, por eso adopta ese nombre, es inherente a todas las agrupaciones humanas Véase, por ejemplo, el fútbol:
Los aficionados del FC Nosotros no somos los aficionados de FC Ellos.
El equipo del FC Nosotros es mejor que el equipo del FC Ellos.
El FC Ellos perjudica (árbitros mediante) al FC Nosotros.
En los pasados Juegos Olímpicos hemos asistido a una versión más sutil: las "naciones" formadas por los aficionados a un deporte.
Los aficionados a la halterofilia no somos los aficionados al tenis.
La natación tiene más mérito que el fútbol.
Ponen los partidos de tenis en ,la primera cadena y tenemos que ver la BTT por internet.