viernes, 25 de octubre de 2019

Bienvenidos a la normalidad.

Es normal.
Llevo más de una semana intentando escribir esto. No lo he hecho hasta ahora porque no sé cómo explicarlo bien. Sigo sin saberlo, pero si no lo digo, reviento: lo que pasó la semana pasada en Cataluña es normal.
La "violencia" independentista.
Cuando un porcentaje muy amplio de la población siente la frustración de ver que sus anhelos legítimos son inalcanzables bajo las leyes del estado, es inevitable que parte de la población recurra a la violencia.
La "violencia" del estado.
Lo explicó mejor Max Weber. Un estado se define porque ejerce el monopolio de la violencia. Donde nadie lo ejerce, no hay estado: Libia, Siria... Es cómodo que sea así. Para un peatón, es más fácil cruzar una calle de sentido único. Para las personas es más fácil vivir donde las hostias solo pueden venir de un lado. Cuando alguien ejerce violencia contra el estado, el estado ejerce más violencia y, como es más fuerte, acostumbra a ganar. Y eso no deslegitima al estado.
Lo que pasa por ahí fuera.
Las protestas en Cataluña han coincidido en el tiempo con otras protestas que nos pueden ayudar a relativizar lo sucedido aquí. Hong Kong, Ecuador, Chile, hace unos meses Francia... En todas partes las violencias de manifestantes y estados han sido superiores a las que hemos visto aquí.
No estoy haciendo consideraciones éticas.
La normalidad no es un concepto ético, es un concepto estadístico. Y me dan mucho miedo los que la convierten en un concepto ético. Que me parezca normal que se quemen contenedores no hace que me parezca bueno. Lo mismo pasa con la normalidad de que los antidisturbios repartan estopa. Cuando hablo de la legitimidad de las reclamaciones independentistas no estoy diciendo que sean más legítimas que las aspiraciones del estado de mantener el statu quo.
Y después, ¿qué?
Creo que, a medio plazo, las cosas se calmarán.No porque confíe en la bondad humana, sino porque confío en su egoísmo. Vivimos demasiado bien como para arriesgarlo. Las condiciones de las clases empobrecidas de Chile o Ecuador son mucho peores que aquí. Ellos tienen mucho más que perder. La amenaza para las libertades de los hongkoneses que supone la asimilación en China son mucho peores que las que tenemos aquí. Es estado también tiene motivos para buscar la calma. Para un país como España, un pequeño descenso en el PIB provocado por unos disturbios largos supondrían la ruina.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Mirando con envidia a Occidente

Se oye a mucha gente criticar la democracia española porque es heredera del franquismo. Quedaron pendientes demasiadas cosas durante demasiado tiempo. Es verdad. Con lo queno estoy de acuerdo es con las comparaciones que hacen. "¿Tú crees que en Alemania o Italia se permitiría honrar a Hitler o Mussolini?". "Franco se murió en la cama". Supongo que el papanatismo que nos hace mirar al norte con complejo de inferioridad les hace olvidar dos cosas:
  • Hitler y Mussolini fueron nombrados mandamases por parlamentos democráticamente elegidos. A Franco lo escogieron los cañones.
  • No fuimos capaces de librarnos del dictador, pero ni a Hitler lo sacaron del poder los alemanes ni a Mussolini los italianos.
A mí, los que de verdad me dan envidia son los portugueses. No escogieron a Salazar ni necesitaron que viniera nadie de fuera para librarse de la dictadura.