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jueves, 23 de agosto de 2012

Profesionalismo.

Han pasado algunos días desde que acabaron los Juegos Olímpicos. Ya se han hecho todos los balances, más que nada porque ha empezado el fútbol y no queda espacio en los medios de comunicación "deportivos". Casi todos coinciden en que la cosecha española de medallas ha sido decepcionante en lo que respecta a la delegación masculina. También casi todos coinciden en el motivo: no se ha invertido lo suficiente. Si un deportista no puede dedicarse en cuerpo y alma a su deporte, no puede alcanzar la excelencia. Para eso necesita poder despreocuparse de sus ingresos.
Con los escritores pasa lo mismo. Este verano he leído los cuentos premiados en el III premio Ovelles Elèctriques, un concurso de novela fantástica y de ciencia ficción. El libro se puede descargar gratuitamente y los relatos en catalán incorporan su traducción al castellano. Después he leído Tan Cerca de la Vida, de Santiago Roncagliolo. Los cuentos no están mal, pero la diferencia es brutal, como la que habría entre un atleta profesional y un buen atleta popular. Es más, el ebook de los cuentos está bastante peor editado que el de la novela. Del mismo modo que un tenista profesional tendrá a su disposición más y mejores raquetas. Los cuentos de los escritores aficionados tienen más faltas de ortografía, porque menos gente menos capacitada ha dedicado menos tiempo a revisar los textos. Un deportista profesional tendrá a su disposición más y mejores entrenadores que le ayuden a corregir los errores técnicos.
Si nos cargamos las fuentes de ingresos de los escritores, tendremos escritores aficionados (y editores aficionados, que también sería un drama). La piratería, con la falacia de que la cultura debe ser gratuita, se puede cargar la fuente principal: la venta de libros. La industria editorial, por su parte no puede limitarse a llorar por las ventas perdidas, si quiere seguir ganando dinero (y necesitamos que ganen dinero), tienen que poner algo más de su parte. Volvamos al paralelismo con el deporte.
En el deporte, nos encontramos principalmente tres aportaciones económicas:

  • Lo que pagan los aficionados, sea en forma de abonos, entradas o televisión de pago. Vendría a ser el equivalente a la venta de libros, aunque me parece que las editoriales todavía no han aprendido a diversificar en este campo. Ver un partido de fútbol en el estadio es mucho más caro que verlo cómodamente sentado en tu casa. Comprar un libro electrónico es sólo un poco más barato que comprarlo en papel.
  • Lo que pagan las empresas de publicidad. Aunque en el mundo editorial no se ha explotado mucho esta vía, en el musical sí que se está haciendo. Parece la solución ideal, que pague otro para que yo disfrute. En algunos deportes, como el ciclismo, es la principal fuente de financiación. El mismo ciclismo nos sirve de ejemplo de las distorsiones que provoca este modelo. Véanse las escapadas "publicitarias" que realizan los equipos modestos, sin objetivos deportivos pues saben que serán alcanzados, pero con el objetivo de salir mucho rato mostrando la marca por televisión. 
  • Lo que pagan las instituciones públicas. Es el más utilizado por deportes minoritarios. Viendo lo que pasa con las televisiones públicas, tiemblo ante la posibilidad de una literatura exclusivamente financiada por los poderes públicos.
Así que ya sabes, si quieres seguir teniendo literatura independiente y de calidad, deberías seguir pasando por caja.