domingo, 28 de septiembre de 2014

Damos demasiada importancia al medio.

Hace unos días, asistí a la reunión de principio de curso de mi hija. Al acabar, nos pasaron un formulario en el que, entre otras cosas, debíamos informar del tiempo que nuestros hijos "dedican a las nuevas tecnologías (ordenador, tableta, teléfono móvil...)". Supongo que querían detectar usos excesivos de "las nuevas tecnologías". No había ninguna pregunta relativa al tiempo dedicado al papel. Deduzco, por lo tanto, que les parece menos peligroso que nuestros hijos lean panfletos impresos con propaganda nazi a que realicen visitas virtuales por el museo del Prado.
Claro que podríamos definir "peligro" como el producto de la probabilidad de que se produzca un evento por el daño provocado por dicho evento. Además, estaremos casi todos de acuerdo en que la probabilidad de que nuestros hijos lean algo en papel es casi nula. Por lo tanto, los profesores de mi hija tendría razón en no considerar peligroso el papel. Pero sigo sin tener claro que dedicar el tiempo a las nuevas tecnologías sea intrínsecamente peligroso.
Por cierto, varios padres y madres llevaban libretitas en las que iban apuntando lo que les parecía más relevante. Yo lo hacía en el móvil. No estoy seguro de que no me mirasen mal.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Lecciones del referéndum escocés.

"Todo lo que sé, me lo ha enseñado el fútbol".  (Albert Camus).
Hace muchos años, cuando en la prensa española sólo se podía debatir sobre fútbol, una gran polémica giraba en torno a un jugador que quería cambiar de equipo. Santiago Bernabéu (o quizás fue Helenio Herrera) sentenció: "si la chacha se quiere ir y la obligas a quedarse, no volverás a comer un buen huevo frito en tu vida".
Hace un par de años, el Athletic Club, desoyó los consejos de Santiago Bernabéu (o de Helenio Herrera). Fernando Llorente dijo que se quería ir y el club se negó en redondo. Podía haber negociado para sacar una buena cantidad de millones o podía acabar de buenas maneras con el delantero y obtener su máximo rendimiento en el año que le quedaba de contrato. No lo hizo y acabó pagando el sueldo de un año a un jugador que aportó poco al equipo. Las marchas de Javi Martínez y de Ander Herrera demostraron, además, que el efecto ejemplarizante había sido mínimo.
Una década atrás, el Athletic Club vivió una situación similar. Su delantero estrella, Ismael Urzaiz, anunció que no pensaba renovar el contrato. La reacción del club fue diferente: reiteró su oferta de renovación y explicó al jugador que no podía ofrecer más.  Al final, Urzaiz descubrió que lo que le habían vendido sus agentes no era cierto, las ofertas que recibió fueron perores que la del Athletic y acabó renovando y dando sus últimos años buenos en San Mamés.
En España, Mariano Rajoy se ha comportado como el club bilbaíno hace tres años. Ha dejado en las manos de los publicistas independentistas palabras como "libertad", "democracia" o "votar". Mientras que sus publicistas tienen sólo pueden jugar con la aburrida "legalidad". Al negar el referéndum, ha dejado a sus rivales decidir todas las reglas:. Los independentistas han escogido la fecha, las preguntas, y quién puede votar. Ya han empezado a hacer alguna jugada sospechosa, como rebajar la edad de voto a los dieciséis años. No sabemos qué efectos tendrán los resultados, porque los convocantes se mueven entre los que dicen que es meramente consultivo y los que dicen que su fuerza moral lo hará vinculante. No sabemos si con unos resultados del 34%, 33% y 33% considerarán ganadora la opción del 34% o esperarán a tener los resultados para decidir cómo calcular el vencedor. Ni siquiera sabemos si los que contarán los votos serán los mismos que contaron manifestantes y pusieron 4'5 manifestantes por metro lineal.Ante el "porque no" del club, los agentes tienen vía libre para utilizar triquiñuelas y convencer al jugador de que lo mejor es marcharse. 
En el Reino Unido, el Primer Ministro David Cameron se ha comportado como el Athletic Club hace quince años. Los escoceses han tenido la oportunidad de comparar las ventajas e inconvenientes y han escogido quedarse. Si hemos de creer a Alex Salmond, el tema de la secesión de Escocia queda aparcado durante una generación.
Estimado tocayo, sé que usted nunca escuchará a David Cameron, pero escuche a Santiago Bernabéu (o a Helenio Herrera).

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Las formas.

Siempre prestaré más atención a los que empiezan diciendo "yo lo que haría, es..." que a los que empiezan diciendo "lo que tienes que hacer, es ...".

lunes, 8 de septiembre de 2014

¡Qué raro es el fútbol!

Hace poco convencí a una amigo mío, amante del baloncesto, para ver un partido de fútbol, deporte del que ignora casi todo.
El equipo local, teóricamente superior, era incapaz de imponerse al visitante. Éste hacía muchas faltas para romper el ritmo del rival. A nuestro alrededor, algunos aficionados empezaban a mostrar su descontento.
- ¿Qué reclaman? - dijo mi amigo.
- Que saquen tarjeta amarilla al 4 por reiteración de faltas.
- ¿Cuántas faltas hacen falta para que señalen reiteración?
- Muchas.
- Pero, ¿cuantas, cinco, seis?
- Déjalo. Es a criterio arbitral.
Contento con el resultado, el equipo visitante, cuando recuperaba el balón, se dedicaba a pasarse el balón entre sus defensas sin intentar atacar. El público silbaba.
- ¿Por qué silban?
- Porque no intentan atacar ni chutar.
- ¿Cuánto tiempo tienen para chutar a gol?
- No hay límite de posesión, todo el que quieran.
- ¿Y por qué se quejan si lo que hacen es reglamentario?
- Déjalo, cosas del fútbol.
Los silbidos se convirtieron en insultos cuando, desde el centro del campo, un defensa visitante pasó la pelota al portero.
- Ahora lo he entendido, era campo atrás.
- No. En fútbol no hay campo atrás.
- Entonces, ¿por qué se enfadan?
Empecé a mirarlo con odio.
- Vale, vale, lo entiendo, cosas del fútbol.
En un contraataque, se adelantó el equipo visitante. A partir de ese momento, las pérdidas de tiempo eran exageradas. Cada saque de banda se eternizaba.
- ¿Por qué tardan tanto en sacar?
- Para perder tiempo.
- Ja, ja, ja, ¡qué burros!. Si el cronómetro está parado cuando no se juega. ¿O no?.
Sólo lo miré de reojo.
- No.
Cuando el cuarto árbitro sacó el cartel indicando que se añadirían tres minutos y los aficionados empezaron a protestar. Mi amigo, que me veía contrariado e intentaba congraciarse conmigo, dijo.
- Claro, se enfadan porque cambian al 3 y estaba jugando bien.
- No, eso indica que se añaden tres minutos. Y se enfadan porque debería añadirse más.
- Pero, ¿no se juegan noventa?, ¿por qué se añade tiempo?
- Por las lesiones y los cambios.
- ¿No sería más fácil parar el reloj? ¿Cómo sabe el árbitro que han estado sin jugar tres minutos? ¿Por qué no ponen el tiempo que falta todo el rato?
Me fui. No he vuelto a llevar a mi amigo a un partido de fútbol.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Ganas de responder.

Hoy he leído los resultados de una encuesta de ésas que consisten en que la gente, voluntariamente, llame o entre en un formulario web. No recuerdo la pregunta, pero el resultado era 60% Sí, 39% No y 1% Ns/Nc.
¿Quién hace el esfuerzo de contestar a una cosa de éstas para acabar diciendo que le da lo mismo?