jueves, 26 de febrero de 2015

Nos tratan como a niños, y quizás nos lo merecemos.

Una de las medidas propuestas para erradicar la violencia de les estadios de fútbol es cerrar parcialmente un campo cuando, desde aquella zona, se hayan proferido gritos especialmente insultantes o amenazantes. Dejando de lado lo difícil que es poner la frontera que califica así estos gritos, uno de los aspectos más polémicos es que se castiga a todos por la falta de unos cuantos.
Cuando yo era pequeño, si alguien cometía un desaguisado en clase y el profesor o profesora no sabía quién lo había cometido, era habitual que nos amenazara diciendo, "pues hasta que no aparezca el que lo ha hecho, no salís al patio". Era lo mismo, nos castigaban a todos por lo que algunos habían (o habíamos, que no siempre fui un alumno modélico) hecho.
Con el peligro de que me llamen delator, a mí me parece bien. Si mi vecino de localidad empieza a llamar puta a la exnovia de un jugador, seré culpable si me uno al coro. Pero tampoco seré inocente del todo, si el energúmeno encuentra en mí el silencio cómplice o cobarde.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Estrategias exitosas.

Las plantas tienen serios problemas para escapar a sus depredadores. Así que tienen que optar por otras estrategias. A mi me sorprende el éxito de la guindilla. Un buen día, una planta de pimiento dio frutos picantes. Los depredadores del pimiento, que encontraban más apetitosos los individuos que daban frutos dulces, hicieron del picante una ventaja competitiva.y la guindilla acabó triunfando en el medio darwinista.. Más adelante, las circunstancias cambiaron: apareció un depredador que sí que encontraba apetitosos los frutos picantes. Y era el depredador más devastador que ha dado la naturaleza: el hombre. Sin embargo, la modesta guindilla volvió a triunfar, puesto que el hombre aprendió a cultivarla y a favorecer su reproducción. De este modo, la misma característica que ayudó a la guindilla a sobrevivir como especie porque la hacía poco apetitosa para sus depredadores, también la ayudó a sobrevivir porque sí que era apetitosa para otros depredadores.
Los gurús que aconsejan a los profesionales a adaptarse a los entornos cambiantes, hubiesen aconsejado a la guindilla desarrollar una característica que la hiciese poco apetitosa para el hombre. La guindilla siguió siendo ella misma y, probablemente, tuvo más éxito que si se hubieses adaptado.

jueves, 5 de febrero de 2015

Las cosas no deberían ser así, pero son.

Hace poco leí un libro de Emilia Pardo Bazán en el que decía "las mujeres están hechas para ..." y añadía una serie de tópicos decimonónicos mucho más retrógrados que los que podríamos escuchar ahora. Y acababa diciendo, "...porque así las han educado".  Me pareció una frase tremendamente sensata y que daba las pistas para resolver adecuadamente los problemas que tienen y provocan los colectivos desfavorecidos. Las mujeres del siglo XIX necesitaban la ayuda de un hombre (padre, marido, confesor...) para resolver la mayoría de sus dilemas. Era un error pensar que eso era dado por naturaleza, y se debía solucionar mediante la educación. Pero también sería un error obligar a una mujer a tomar decisiones si no había sido preparada para ello.
Si un chaval ha crecido en un clima de violencia, marginalidad y delincuencia, es muy probable que al llegar a la edad adulta sea un delincuente. A los que quieren resolver todos los problemas de seguridad ciudadana endureciendo el código penal, debemos recordarles reduciendo la marginalidad hoy, reduciremos la delincuencia mañana. Como decía Concepción Arenal, "abrid escuelas y se cerrarán cárceles". Vale, de acuerdo, la sociedad ha funcionado mal y ha creado un nido de delincuentes. Pero una vez tomadas las medidas para no fabricar más delincuentes, debemos seguir defendiéndonos de los que ya hemos creado. La solución no está ni en Jorge Fernández Díaz ni en Willy Toledo.

domingo, 1 de febrero de 2015

Propongo introducir las cartas en los planes de enseñanza.

No estoy planteando una defensa del género epistolar ante el avasallador avance de los mensajes reducidos (y reductores) que nos han traído las nuevas tecnologías. Me refiero a los naipes. Los aficionados al ajedrez defienden la inclusión de este juego en los currículos escolares. Argumentan que ayuda a desarrollar la inteligencia espacial, la estrategia, la empatía porque te obliga a ponerte en el lugar del rival para intuir qué quiere hacer... paparruchas. El ajedrez sería una magnífica escuela en un mundo con igualdad de oportunidades (o con ventajas acotadas, que no sé cómo acabó el debate sobre el resultado de una partida entre dos jugadores perfectos). Pero la vida real no es así. En la vida real, el contrincante tiene oportunidades diferentes a las tuyas. Cuando juegas a las cartas debes aprovechar tus ventajas y tapar tus carencias.
Ahora, en el mundillo científico hay una cierta polémica porque estudios serios revelan que la suerte es un factor determinante para acabar teniendo cáncer o no. Los que ven el mundo como un tablero de ajedrez, quieren saber cómo se mueven todas las piezas, si fumando tendrán cancer y si no fumando se librarán de él. Los que vemos el mundo como una partida de cartas sabemos que, por bien que juguemoz, el as de triunfo puede estar en las manos del jugador que más daño nos hará. pero también sabemos que, si jugamos bien, tendremos más probabilidades de librarnos del cáncer si no fumamos.