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sábado, 24 de enero de 2009

Ariadna al laberint grotesc.

Algunos cuentos me han parecido divertidos, otros me han resultado sencillamente ininteligibles. En literatura no existe el lenguaje popular, existe un lenguaje literario que evoca el lenguaje popular. Al mismo tiempo que lo evoca, lo fija en cierto modo, permitiendo que grupos distantes acaben asumiéndolo como suyo. Nadie hablaba como los personajes de los hermanos Álvarez Quintero, aunque todos sabían a qué personas representaban. En catalán, ese nexo entre lenguaje popular y literatura se cortó durante treinta años, por lo tanto no ha existido ninguna continuidad entre el catalán que hablaban los personajes de Espriu en 1930 y el que hablamos hoy, y ahora nos resulta una jerga extraña. Quim Monzó se quejaba esta semana de que el catalán popular se está convirtiendo en un dialecto del castellano, los neologismos que cada nueva generación incorpora al idioma, muchas veces de forma efímera, son ahora en el catalán copia del castellano. El catalán necesita que alguien normalice, sin resultar impostado, el lenguaje popular.