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martes, 2 de enero de 2018

La tiranía del deporte rey.

Hace unos meses (*), fui a jugar un partido de baloncesto. Era la fiesta mayor de un pueblo cercano e invitaron al equipo de mi barrio.  Al llegar a la pista polideportiva, se estaba disputando un partido de fútbol sala. Las gradas estaban llenas. Entre el público encontré a una más que conocida pero menos que amiga. Charlé unos segundos con ella y el entrenador nos ordenó empezar a calentar. Estaba guapa, la puñetera.
El encuentro transcurría con una cómoda ventaja para nosotros.Cuando faltaban tres o cuatro segundos para acabar, provocamos una violación del rival. David sacó desde nuestro campo, recibí en mitad de la pista y lancé, y encesté. Vaya pedazo de triple. Podía presumir un poco delante de la chica guapa. Miré hacia la grada y la chica ya no estaba. Ni ella ni nadie. Se había marchado todo el mundo.
Maldito balompié.

(*) Entre 300 y 400 meses.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Parecía una canasta fácil.

Si has jugado a baloncesto (y no eres un crack) reconocerás la situación. Has recibido la pelota a tres metros de la zona, por tu lado bueno y entre tú y la canasta hay una diagonal limpia de rivales, Sales disparado hacia el aro y después de dos botes te encuentras rodeado de defensores, con las líneas de pase cortadas y ya has saltado. Tu única opción es lanzar de cualquier manera y esperar que la hostia que te vas a llevar (eso es lo único seguro en esta jugada: la hostia) sea considerada falta personal por algún árbitro. Casi nunca la pitan, es más, a veces hasta deciden que el choque es culpa tuya y te pitan falta en ataque. Por lo menos, tu afición más incondicional te aplaudirá y acusará al rival de juego sucio y a los árbitros de tragarse el pito.
Carles Puigdemont está en la misma situación. Vio una oportunidad que parecía fácil para la independencia. Sin embargo, cuando el objetivo parecía más cercano, se dio cuenta de que era inalcanzable. Intentó sacar el balón fuera convocando elecciones autonómicas, pero las líneas de pase estaban cortadas. Así que hizo lo que hacemos todos los jugadores malos de baloncesto, soltar la pelota de cualquier manera (hacer algo parecido a una declaración de independencia), acomodar el cuerpo para que la torta no haga mucho daño (largarse a Bruselas) y mirar cómo el árbitro (la UE), de señalar alguna cosa, señala falta en ataque. Eso sí, la afición incondicional protesta al rival y al árbitro, pero no culpa nunca a su jugador de haber tomado una decisión errónea.

lunes, 20 de junio de 2016

Pequeños gestos.

Finales de los 70 o principios de los 80. Un jueves por la tarde. Televisan un partido de la Copa de Europa de baloncesto. Después de cada canasta, el realizador nos muestra al anotador bajando a defender. Desde entonces, cada vez que me junto con unos amigos entre dos canastas y con un balón entre las manos, si consigo encestar alguna vez, bajo trotando a defender intentando mantener un porte elegante. Por si me enfoca alguna cámara.

martes, 16 de junio de 2015

Supongo que no esperas literatura de la buena.

De manera recurrente, aparecen artículos de ilustres escritores que lamentan la baja calidad y la altísima cantidad de lo que se publica en la red. ¿Lo dirán por mí? Luego miro la cantidad de visitas que recibe mi blog y pienso que ya sería casualidad que una de esas pocas decenas de visitas fuese de alguien conocido. No lo dicen por mí, pero lo dicen por muchos de un nivel similar al mío.
Hoy iré a jugar a baloncesto, el domingo fui a una carrera atlética, la semana pasada jugué a fútbol. No me consta que LeBron James, Kenenisa Bekele o Leo Messi se hayan quejado del bajo nivel deportivo de los que inundamos pistas, caminos y campos. Y la diferencia entre James, Bekele, Messi y un servidor no es menor que la diferencia entre Modiano y Mariano.
Por lo tanto, seguiré jugando a baloncesto, corriendo, jugando a fútbol o escribiendo este blog mientras disfrute haciéndolo.

lunes, 8 de septiembre de 2014

¡Qué raro es el fútbol!

Hace poco convencí a una amigo mío, amante del baloncesto, para ver un partido de fútbol, deporte del que ignora casi todo.
El equipo local, teóricamente superior, era incapaz de imponerse al visitante. Éste hacía muchas faltas para romper el ritmo del rival. A nuestro alrededor, algunos aficionados empezaban a mostrar su descontento.
- ¿Qué reclaman? - dijo mi amigo.
- Que saquen tarjeta amarilla al 4 por reiteración de faltas.
- ¿Cuántas faltas hacen falta para que señalen reiteración?
- Muchas.
- Pero, ¿cuantas, cinco, seis?
- Déjalo. Es a criterio arbitral.
Contento con el resultado, el equipo visitante, cuando recuperaba el balón, se dedicaba a pasarse el balón entre sus defensas sin intentar atacar. El público silbaba.
- ¿Por qué silban?
- Porque no intentan atacar ni chutar.
- ¿Cuánto tiempo tienen para chutar a gol?
- No hay límite de posesión, todo el que quieran.
- ¿Y por qué se quejan si lo que hacen es reglamentario?
- Déjalo, cosas del fútbol.
Los silbidos se convirtieron en insultos cuando, desde el centro del campo, un defensa visitante pasó la pelota al portero.
- Ahora lo he entendido, era campo atrás.
- No. En fútbol no hay campo atrás.
- Entonces, ¿por qué se enfadan?
Empecé a mirarlo con odio.
- Vale, vale, lo entiendo, cosas del fútbol.
En un contraataque, se adelantó el equipo visitante. A partir de ese momento, las pérdidas de tiempo eran exageradas. Cada saque de banda se eternizaba.
- ¿Por qué tardan tanto en sacar?
- Para perder tiempo.
- Ja, ja, ja, ¡qué burros!. Si el cronómetro está parado cuando no se juega. ¿O no?.
Sólo lo miré de reojo.
- No.
Cuando el cuarto árbitro sacó el cartel indicando que se añadirían tres minutos y los aficionados empezaron a protestar. Mi amigo, que me veía contrariado e intentaba congraciarse conmigo, dijo.
- Claro, se enfadan porque cambian al 3 y estaba jugando bien.
- No, eso indica que se añaden tres minutos. Y se enfadan porque debería añadirse más.
- Pero, ¿no se juegan noventa?, ¿por qué se añade tiempo?
- Por las lesiones y los cambios.
- ¿No sería más fácil parar el reloj? ¿Cómo sabe el árbitro que han estado sin jugar tres minutos? ¿Por qué no ponen el tiempo que falta todo el rato?
Me fui. No he vuelto a llevar a mi amigo a un partido de fútbol.