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jueves, 28 de diciembre de 2017

Ha bajado mucha agua.

Después de las últimas elecciones en Cataluña, mucha gente dijo que todo seguía igual. Leyendo solo la aritmética parlamentaria, puede parecerlo: algo más de la mitad de los escaños para el bloque independentista con algo menos de la mitad de los votos. Pero, como dijo Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río. Por el cauce de la política catalana ha bajado mucha agua durante los últimos meses como para ignorar que el río ha cambiado.
Hemos aprendido que, con la mitad de la población a favor de la independencia, no te va a reconocer ni el tato en la comunidad internacional.
Hemos aprendido que intentar prohibir un acto en el que quieren participar dos millones de personas no te hace ganar ni un voto entre esos dos millones de personas.
Hemos aprendido que fracasar desde el gobierno cuando intentas prohibir un acto te hacer perder votos entre los tuyos.
Hemos aprendido que la mayoría silenciosa no era mayoría.
Hemos aprendido que había mucha más gente silenciosa de lo que creían los que negaban la existencia de esa mayoría.
Hemos aprendido que insultar y menospreciar al otro bando en situaciones polarizadas, te hace ganar votos en tu bando, pero no hace cambiar de bando a nadie.
Hemos aprendido que, para evitar la independencia, bastaba con promulgar la aplicación del 155 y enviar policías a los despachos. No hacía falta enviar a los antidisturbios el 1-O ni que el fiscal solicitará prisión incondicional para los encausados.
Hemos aprendido que el independentismo tiene ahora un techo en el 50%. Para un movimiento que ha hecho del victimismo un importante combustible, tener líderes en la cárcel o huidos, no es un hándicap, es queroseno.
Hemos aprendido que el constitucionalismo tiene ahora un techo en el 50%. Poca gente más arrancarán del abstencionismo.
O quizás no hemos aprendido nada y solo son deducciones mías.
Porque si los que toman decisiones han llegado a conclusiones parecidas a las mías, durante la próxima legislatura no se convocarán referendos de manera unilateral, no se enviará a los antidisturbios a intentar evitar lo inevitable, los fiscales serán más prudentes, no se declararán independencias inviables. Y no lo harán porque se habrán dado cuenta de que no es efectivo, no porque lo consideren ético.
Así que, aunque los gobiernos de Madrid y Barcelona seguirán manipulando sus televisiones públicas, el otro bando seguirá siendo antidemocrático, se seguirán retorciendo las leyes y reglamentos a favor del que los aplica y la mitad de los catalanes seguiremos convencidos de que la otra mitad está profundamente equivocada y nos lleva a la ruina; espero una legislatura bastante más tranquila.