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sábado, 2 de septiembre de 2017

¿Más justicieros y menos justos?

Antes de empezar. Las líneas que vienen detrás no pretenden calificar ni para bien ni para mal la actuación de los mossos. Solo estoy hablando de la reacción de la sociedad.
En todo el debate contaminado sobre la actuación de los mossos d'esquadra se ha hablado muy poco sobre la muerte de los terroristas. ¿Alguien se imagina a un imán lamentando en público la muerte de los terroristas? ¿Alguien se imagina manifestaciones para protestar por esas muertes? Pues hace 26 años esas cosas pasaban. También recuerdo otras reacciones más tibias en las que, sin llegar al homenaje a los caídos, se cuestionaba la acción de las fuerzas de seguridad que quizás podían haber neutralizado a los terroristas armados sin necesidad de abatirlos.
¿Qué ha cambiado?
Se me ocurren tres razones. Ninguna de las tres lo explica todo, pero creo que las tres juntas sí que se acercan a la realidad.

Los muertos no son nuestros muertos.
En 1991, buena parte de la sociedad vasca (leed Patria, de Fernado Aramburu) consideraba a los etarras como "sus chicos".

Los que han matado son nuestros policías.
Para buena parte la opinión pública de 1991, Policía Nacional y Guardia Civil todavía arrastraba el sambenito de tener herencia franquista. El GAL había ayudado significativamente a mantener esta opinión. Para la sociedad catalana, los mossos d'esquadra son su policía, una policía nacida en democracia y sin mochilas de antecedentes dictatoriales. La CUP ha denunciado alguna vez algunos excesos, pero no ha encontrado mucho eco en el conjunto de la sociedad. Los nacionalistas españoles más ultramontanos  han dudado alguna vez de su capacidad, pero no se han quejado nunca de ninguna extralimitación.

Estos dos argumentos explican que parte de la sociedad que lamentaba la muerte de los etarras no lamente la de los yihadistas, pero no explica la unanimidad actual. Los pocos "peros" que he leído al abatimiento de los terroristas van en la línea de la utilidad para la lucha contra el terrorismo de capturarlos vivos, ninguno se cuestiona la violación del derecho a la vida. Así llego a la tercera conclusión.

Nos hemos vuelto más justicieros. La vida humana ya no nos parece un valor sagrado. La mayoría de la población todavía no está a favor de la pena de muerte, pero ya no nos parece tan mal la muerte como castigo: "se lo tenían merecido". Ningún político se atreve a contradecir este cambio demoscópico. Ni siquiera la CUP, la única que ha criticado alguna vez la brutalidad policial, ha abierto la boca esta vez. Saben que mucha de la gente que los mira con simpatía por ser los genuinos antisistemas les daría la espalda si acusaran de asesinato a los mossos.

He empezando diciendo que no iba a hablar de la actuación de los mossos. Quiero acabar diciendo que estoy reflexionando sobre la evolución de la sociedad, no la estoy juzgando. Yo también he sentido cierta alegría cuando he sabido que habían caído los yihadistas y solo sentí alivio cuando cayeron los etarras.

sábado, 26 de agosto de 2017

Una manifestación inútil (en cierto sentido).

Las manifestaciones se convocan para hacer público nuestro descontento a alguien cuando percibimos que no existen otras vías o que estas son inútiles. Por este motivo, los destinatarios de las manifestaciones acostumbran a ser gobiernos que tienen blindada su mayoría parlamentaria. En estos casos, lo que estamos diciendo es "no haces caso de la oposición, pero estás equivocado".
Las manifestaciones contra el terrorismo o el golpismo son, en este sentido, atípicas. No se convocan contra el gobierno, sino por el gobierno. Sirven para muchas cosas: nos hacen sentirnos fuertes después de que un atentado nos haya mostrado débiles, nos hacen sentirnos acompañados, son como la marca del final del duelo y le muestran al destinatario de la manifestación (el terrorista, el golpista) que no nos representa y que no podrá con nosotros. Los golpistas del 23F y los etarras se veían a sí mismos como la vanguardia de una nación que los acabaría siguiendo. Las multitudinarias manifestaciones contra ellos les decían que no eran la vanguardia de nada. No sé si cumplieron su objetivo, pero alguna duda seguro que sembraron.
Las manifestaciones contra el terrorismo islamista sirven para sentirnos mejor, más fuertes, más acompañados. Pero no sirven para decirle al destinatario que está equivocado. Le estamos diciendo que nuestra sociedad está en su contra, pero eso él ya lo sabe, de hecho, él decidió antes que tú que estabas en su contra..

lunes, 28 de octubre de 2013

Esos atajos que nos conducen a un destino equivocado.

Se le he oído decir a Aznar muchas veces: los atajos no sirven para derrotar al terrorismo. Y la doctrina Parot era un atajo que esquivaba las más elementales reglas de derecho. Utilizaron esta chapuza legal, con las víctimas del terrorismo como ariete, para acusar de connivencia con ETA a cualquiera que planteara la más mínima objeción. Es comprensible que a los familiares de los asesinados por ETA les repugne ver en la calle a los asesinos, pero no es comprensible que los dirigentes políticos aprovechen ese dolor para atacar a sus adversarios. Especialmente irresponsable es la actuación, en todo este embrollo, de Esperanza Aguirre. Esta señora no puede ignorar que la sentencia del Tribunal de Estrasburgo era inevitable. Aún así, en su rastrera concepción de la política sigue azuzando el dolor para conseguir sus fines políticos, incluso, cuando para ello tiene que atacar a sus compañeros de partido.
Por cierto, ¿no resulta conmovedor leer que Aznar considera que las sentencias del Tribunal de Estrasburgo son totalmente incontrovertibles?

sábado, 11 de mayo de 2013

El poder del hombre.

De forma casi simultánea,dos catástrofes se cebaban en los dos países musulmanes nacidos de la descolonización de la India. Mientras los talibanes perpetraban en Pakistán 30 ataques terroristas que causaban 80 muertos, en Bangladesh el hundimiento de un edificio de talleres provocaba 1050 muertos. ¿Qué es más poderosa, la maldad o la estupidez?