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jueves, 26 de febrero de 2015

Nos tratan como a niños, y quizás nos lo merecemos.

Una de las medidas propuestas para erradicar la violencia de les estadios de fútbol es cerrar parcialmente un campo cuando, desde aquella zona, se hayan proferido gritos especialmente insultantes o amenazantes. Dejando de lado lo difícil que es poner la frontera que califica así estos gritos, uno de los aspectos más polémicos es que se castiga a todos por la falta de unos cuantos.
Cuando yo era pequeño, si alguien cometía un desaguisado en clase y el profesor o profesora no sabía quién lo había cometido, era habitual que nos amenazara diciendo, "pues hasta que no aparezca el que lo ha hecho, no salís al patio". Era lo mismo, nos castigaban a todos por lo que algunos habían (o habíamos, que no siempre fui un alumno modélico) hecho.
Con el peligro de que me llamen delator, a mí me parece bien. Si mi vecino de localidad empieza a llamar puta a la exnovia de un jugador, seré culpable si me uno al coro. Pero tampoco seré inocente del todo, si el energúmeno encuentra en mí el silencio cómplice o cobarde.