domingo, 11 de septiembre de 2016

Clientes y jefes.

Hace unos días charlaba con un veterano entrenador. El hombre se quejaba, entre amargado y resignado, de que mucha gente se veía capacitada para juzgar su trabajo. No quería polemizar con él, pero pensé "bienvenido a la sociedad de mercado". Desde que nos incorporamos al sistema académico, vivimos guiados por tutores y juzgados por expertos (muchas veces, la misma persona). Gente que sabe más que nosotros (o que se supone que sabe más que nosotros), nos dice cómo debemos hacer las cosas y nos juzga si las hacemos bien.
Un buen día, nos incorporamos al sistema productivo. Cada vez quedan menos puestos de trabajo en los que el superior sabe hacer mejor las cosas que nosotros. Ya no tenemos tutores que nos guíen ni expertos que nos juzguen; tenemos clientes. Los clientes son personas que no nos dicen qué quieren y no tienen ni idea de cómo se hace nuestro trabajo, pero saben muy bien cuál quieren que sea el resultado de nuestro quehacer. Y eso es muy incómodo. Porque los clientes pueden pedir imposibles. Porque unos clientes pueden pedir cosas contradictorias respecto a otros. Porque no entendemos lo que quieren los clientes. Porque nosotros sabemos mejor que los clientes lo que necesitan.
En la sociedad de mercado, lo importante no es hacer bien nuestro trabajo, sino convencer a nuestros clientes de que nuestro trabajo es bueno. Puede parecer injusto, pero no es malo del todo. Si nuestro trabajo no satisface a los destinatarios del mismo, quizás no lo estamos haciendo bien, aunque nosotros estemos convencidos de de nuestra calidad. No basta con hacer bien nuestro trabajo, tenemos que explicarlo, tenemos que venderlo.
En cualquier caso, sea justa o injusta, es la sociedad en la que nos movemos. Más nos vale entenderlo. El veterano entrenador debe aprender que no basta crear mejores deportistas, su trabajo también consiste en convencer a los deportistas y sus padres de que lo hace.

martes, 6 de septiembre de 2016

¿No nos estamos pasando?

Soy un firme partidario de que mujeres y hombres tengamos las mismas oportunidades, pero ¿es necesario el ridículo gramatical para conseguirlo? 
Ya puestos, deberían llamar fiscala generala a la principal autoridad del ministerio fiscal, perdón, principala.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Micronacionalismos.

Cuando, en la sabana africana, hace un montón de años, los primeros homínidos incorporaron la carroña a su dieta, se empezó a incubar el nacionalismo. Era más fácil cazar en grupo. Era más fácil conservar las presas en grupo. El siguiente paso fue definitivo: la invención de la tribu. La tribu nos permitió diferenciarnos a Nosotros de Ellos.
Para fortalecer la cohesión de la tribu, se usaron dos corolarios a la regla principal:
a) Nosotros somos mejores que Ellos.
b) Ellos nos perjudican a Nosotros.
De lo que se deduce que:
a) Saldrás perdiendo si te vas con Ellos.
b) Necesitamos que nos defiendas a Nosotros.
El tamaño de la tribu ha sido variable, desde las polis griegas a las vastas extensiones ocupadas por las diferentes religiones. Pero el tamaño estándar es el de la nación. En nombre de la nación, de la patria, nos han hecho combatir en guerras, competir en juegos olímpicos, celebrar canciones en Eurovisión. Siempre siguiendo la regla y los dos corolarios:
Nosotros no somos Ellos. Cuando la tribu es fuerte, se hace hincapié en que Nosotros somos mejores que Ellos. Cuando la tribu es débil, se hace hincapié en que Ellos nos perjudican a Nosotros.
A pesar de que el nacionalismo más evidente se genera en las naciones, por eso adopta ese nombre, es inherente a todas las agrupaciones humanas Véase, por ejemplo, el fútbol:
Los aficionados del FC Nosotros no somos los aficionados de FC Ellos.
El equipo del FC Nosotros es mejor que el equipo del FC Ellos.
El FC Ellos perjudica (árbitros mediante) al FC Nosotros.
En los pasados Juegos Olímpicos hemos asistido a una versión más sutil: las "naciones" formadas por los aficionados a un deporte.
Los aficionados a la halterofilia no somos los aficionados al tenis.
La natación tiene más mérito que el fútbol.
Ponen los partidos de tenis en ,la primera cadena y tenemos que ver la BTT por internet.


sábado, 27 de agosto de 2016

A vueltas con el burquini.

Uno de los últimos veranos de los ochenta viajé a Vigo. Allí, en la playa de Samil, vi una señora que miraba hacia el mar. Cuando llegaban las olas, se mojaba los tobillos. Junto con la cara y las manos, era la única parte descubierta de su cuerpo. Iba vestida toda de negro y llevaba un pañuelo en la cabeza. Si el ayuntamiento de Vigo hubiese tenido una ley antiburquini como las normas que se han decretado en algunos ayuntamientos francesas, a la señora le habría caído una multa, la hubiesen obligado a desvestirse o la hubiesen expulsado de la playa.
No me gusta que algunas mujeres vayan con todo el cuerpo cubierto a la playa. Perdón, rectifico. Lo que no me gusta es que esas mujeres vayan cubiertas mientras sus maridos, padres o hermanos van en bañador corto. Si la religión de algunos les impide disfrutar con comodidad del sol y del agua, allá ellos. Pero si la religión solo se lo impide a parte de de los feligreses por un motivo tan absurdo como no tener un cromosoma Y, entonces ya no merece tanta tolerancia.
Lo que no sé es cómo solucionarlo. Quiero que la gente sea libre, pero no sé si se puede obligar a la gente a ser libre. Quizás sería más efectivo trasladar el castigo al otro lado de la balanza, quizás es más fácil castigar al que oprime en lugar de castigar al oprimido.

martes, 9 de agosto de 2016

Esos progresistas que pueden beber Mecca Cola pero abominarían de la Vaticano Cola.

Me llama la atención la relación que tienen con la religión muchos progresistas de reflexión rápida pero poco profunda. Estos opinadores han encontrado su hábitat natura el twitter. Para ellos, cuando un cura se zumba a un niño, la culpa es de la religión, concretamente de la iglesia católica. Sin embargo, cuando un musulmán acuchilla a un vecino al grito de Alá es grande, la culpa es del colonialismo occidental o de la desigualdad social. Puede admitir que la culpa es de una religión, pero será, según él, del sionismo.
No señor. Cuando una persona llega a la conclusión de que sabe lo que quiere Dios, ya estamos perdidos. Intentará cumplir la voluntad de Dios e intentará que los demás también la cumplamos. En el mundo occidental, gracias sobre todo a la Revolución Francesa, hemos conseguido parar un poco los pies a las Iglesias. Aún así, los obispos católicos no cejan en su empeño de prohibir que nos casemos con quien queramos o insisten en que creamos que una blástula es un ser humano. De vez en cuando, abogan por el perdón, aunque resulta desagradable que lo hagan cuando el que necesita el perdón ha malinterpretado lo de "dejad que los niños se acerquen a mí".
En el mundo musulmán, nadie ha parado los pies a los clérigos. En muchos países, no sólo dirigen la moral desde los púlpitos, también lo hacen desde los parlamentos y los ministerios. El islamismo no es peor que el cristianismo, pero tiene más poder y hace más daño.
P.D. Por si alguno cree que el título es una bromna, Mecca-Cola existe y se puede comprar en España en tiendas de "comercio alternativa". No me consta que exista la Vaticano Cola

lunes, 18 de julio de 2016

La prensa en papel ha muerto, ¿cómo hacer que viva la prensa digital?

El jueves de la semana pasada me fui a dormir con la noticia de que un camión había atropellado a una multitud en Niza y había causado, por lo menos, veinte muertos.
El viernes me fui a dormir sabiendo que los tanques circulaban por las calles de Ankara y no se sabía si Erdogan recuperaría el control de la situación.
Los dos sucesos pillaron a las redacciones de los periódicos con las ediciones prácticamente cerradas. Cuando, por la mañana, te acercabas al quiosco, tenías la impresión de que toda la oferta periodística había caducado. ¿Qué sentido tiene comprar un diario cuando sabes que el golpe de estado que anuncia la portada ya ha fracasado?
Las ediciones en papel subsisten porque tenemos interiorizado que los objetos materiales tienen valor y a la mayoría de la gente le parece feo coger un periódico de papel de un quiosco y marcharse sin pagar. Las editoras siguen recaudando más de los compradores y suscriptores en papel que de los digitales. Si todo el mundo abandona el papel, ¿quién pagará a los periodistas?
Si queremos tener periodismo de calidad, necesitamos convencer a la gente de que cuesta dinero y que vale dinero, aunque la información no venga impresa en un papel que aprovecharás para poner en el suelo cuando friegues la cocina.

sábado, 9 de julio de 2016

Referendos y mayorías cualificadas.

Cuando acabó el recuento del referendo del brexit, muchos partidarios de seguir en la UE se dieron cuenta de que habían infravalorado al rival. Ahora, montan manifestaciones reclamando un nuevo referendo.
Los que alababan el "espíritu democrático británico", supongo que estarán de acuerdo en celebrar el segundo referendo. Si una llamada a las urnas es una fiesta democrática, dos llamadas deben de ser una fiesta con after.
Si se celebrase un segundo referendo, es probable que esta vez ganase la permanencia en la UE. Los partidarios de seguir en la Unión estarían más movilizados y el reconocimiento de que algunos de los argumentos para abandonarla eran falsos haría cambiar el sentido de algunos votos. Y entonces, ¿qué?, ¿se celebra un tercer referendo que reclamarían los ahora perdedores?, ¿cuando se debería parar?.
Por ese motivo, los referendos sobre temas importantes deben exigir una mayoría cualificada para la opción de cambio.