domingo, 10 de diciembre de 2017

Y la culpa era de...

Hace unos días, una amiga me comentó que estaba dando los primeros pasos para doctorarse. Le pregunté sobre el tema de su tesis doctoral y me dijo que trataría sobre el teatro barroco en Barcelona. ¿Teatro barroco? Hum. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, algo con poco éxito de Cervantes... No se me ocurría ni un autor catalán. Los pedantes no podemos reconocer nuestra ignorancia ante terceros, no podía permitir que mi amiga descubriera mi incultura, así que acudí a ese gran invento para nosotros, los farsantes, llamado Wikipedia.
Tecleo "Teatre Barroc Català" y Viquipèdia me dice

La culpa de que el teatro barroco catalán no tenga mucho prestigio es de.... Madrid.
Bueno, la próxima vez que vea a mi amiga le preguntaré si la formación jurídica de Francesc Fontanella tiene mucha influencia en su producción teatral. Quedaré como un señor,

lunes, 4 de diciembre de 2017

Distancias insalvables.

Mi madre se llamaba Clara Len García. Un primer apellido muy poco frecuente por el que me han preguntado muchas veces "¿ese apellido es chino?". Yo solo sabía lo que recordaba de lo que me había explicado mi madre. Su abuelo era un pastor trashumante de un pueblo Salamanca, (Villabuena o Villanueva o algo así), que un año decidió no volver y quedarse en Segura de Toro, un pueblecito del norte de Cáceres.
Mi abuelo también emigró, aunque fueron pocos kilómetros, los tres que separan Segura de Toro de Casas del Monte. La migración de mi madre fue mayor, entre Manresa y Casas del Monte hay más de 800 kilómetros.
Hace unas semanas, mediante Linkedin, contactó conmigo alguien apellidado Len y que me encontró buscando el apellido. Me contó que su familia era de Valbuena, en Salamanca, y que allí la teoría más aceptada es que Len proviene de Lenz, probablemente algún alemán que fue a trabajar a las fábricas textiles de Béjar.
Me entraron muchas ganas de visitar Valbuena y busqué en Google Maps para saber dónde caía ese pueblo y si quedaba muy lejos de Casas del Monte.
Entre el pueblo de mi madre y el de su abuelo solo hay cuarenta kilómetros. Cuarenta kilómetros que ella nunca recorrió.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Parecía una canasta fácil.

Si has jugado a baloncesto (y no eres un crack) reconocerás la situación. Has recibido la pelota a tres metros de la zona, por tu lado bueno y entre tú y la canasta hay una diagonal limpia de rivales, Sales disparado hacia el aro y después de dos botes te encuentras rodeado de defensores, con las líneas de pase cortadas y ya has saltado. Tu única opción es lanzar de cualquier manera y esperar que la hostia que te vas a llevar (eso es lo único seguro en esta jugada: la hostia) sea considerada falta personal por algún árbitro. Casi nunca la pitan, es más, a veces hasta deciden que el choque es culpa tuya y te pitan falta en ataque. Por lo menos, tu afición más incondicional te aplaudirá y acusará al rival de juego sucio y a los árbitros de tragarse el pito.
Carles Puigdemont está en la misma situación. Vio una oportunidad que parecía fácil para la independencia. Sin embargo, cuando el objetivo parecía más cercano, se dio cuenta de que era inalcanzable. Intentó sacar el balón fuera convocando elecciones autonómicas, pero las líneas de pase estaban cortadas. Así que hizo lo que hacemos todos los jugadores malos de baloncesto, soltar la pelota de cualquier manera (hacer algo parecido a una declaración de independencia), acomodar el cuerpo para que la torta no haga mucho daño (largarse a Bruselas) y mirar cómo el árbitro (la UE), de señalar alguna cosa, señala falta en ataque. Eso sí, la afición incondicional protesta al rival y al árbitro, pero no culpa nunca a su jugador de haber tomado una decisión errónea.

lunes, 13 de noviembre de 2017

El adoctrinamiento en las escuelas.

Hace unos días, el PP inició una campaña en la que denunciaba  el adoctrinamiento de los niños en las escuelas catalanas. Inmediatamente los altavoces independentistas llenaron las redes sociales de niños disfrazados de guardiaciviles, toreros  o legionarios. Mi primera reacción fue pensar que no es lo mismo que unos padres eduquen a sus hijos con un determinado sesgo a que lo haga la escuela. Da la casualidad que hace poco leí La Isla de Robinson, una novela de Arturo Uslar Pietri en la que se narran los últimos años de Simón Rodríguez, el que fue maestro de Simón Bolívar. Este pedagogo dedicó sus últimos esfuerzos a crear una escuela que creara "hombres para la república americana". Simón Rodríguez estaba convencido de que sin una educación en valores, la naciente república fracasaría. El objetivo de la escuela debe ser ése: educar en valores. ¿Y qué diferencia hay entre educar en valores y adoctrinar? La respuesta me la dio una amiga vegetariana que se enfadó porque en la escuela de su hijo habían decidido dar a los niños cada día un vaso de leche para merendar. Adoctrinar es educar en valores que yo no comparto.
Así que a la pregunta de si la escuela catalana adoctrina, mi respuesta es: Sí, claro, como todas. Por eso algunos estados, como Alemania, se reservan en la constitución el control de la enseñanza.

sábado, 14 de octubre de 2017

Esa peligrosa ingenuidad.

Ante un gobierno que ya ha dado un aviso de cuan brutal puede ser, el independentismo sigue usando el arma más peligrosa que existe: la ingenuidad. Lo malo de esta arma es que es peligrosa para el que la usa, no para su enemigo.
Una pequeña muestra.
Después de la deslocalización del domicilio social de numerosas sociedades, en Facebook, Twitter y Whatsapp me aparece una noticia publicada por El Punt Avui en la que informa de que Financial Times desmiente la fuga de empresas.
Aquí tenéis la noticia.
Y aquí un pequeño detalle que todos los que la comparten parecen haber pasado por alto:
La noticia es de hace un año. Es probable que la información usada esté algo desactualizada.

sábado, 16 de septiembre de 2017

El manipulador que denuncia la manipulación

Los independentistas hacen correr por las redes una carta anónima de un "Español indignado" en el que se denuncia la manipulación que los medios españoles han hecho de las declaraciones de Jean Claude Juncker. El "Español Indignado" dice que a él no le han podido engañar los medios españoles porque es bilingüe español - inglés. Lástima que las declaraciones de Juncker sean en francés.

sábado, 2 de septiembre de 2017

¿Más justicieros y menos justos?

Antes de empezar. Las líneas que vienen detrás no pretenden calificar ni para bien ni para mal la actuación de los mossos. Solo estoy hablando de la reacción de la sociedad.
En todo el debate contaminado sobre la actuación de los mossos d'esquadra se ha hablado muy poco sobre la muerte de los terroristas. ¿Alguien se imagina a un imán lamentando en público la muerte de los terroristas? ¿Alguien se imagina manifestaciones para protestar por esas muertes? Pues hace 26 años esas cosas pasaban. También recuerdo otras reacciones más tibias en las que, sin llegar al homenaje a los caídos, se cuestionaba la acción de las fuerzas de seguridad que quizás podían haber neutralizado a los terroristas armados sin necesidad de abatirlos.
¿Qué ha cambiado?
Se me ocurren tres razones. Ninguna de las tres lo explica todo, pero creo que las tres juntas sí que se acercan a la realidad.

Los muertos no son nuestros muertos.
En 1991, buena parte de la sociedad vasca (leed Patria, de Fernado Aramburu) consideraba a los etarras como "sus chicos".

Los que han matado son nuestros policías.
Para buena parte la opinión pública de 1991, Policía Nacional y Guardia Civil todavía arrastraba el sambenito de tener herencia franquista. El GAL había ayudado significativamente a mantener esta opinión. Para la sociedad catalana, los mossos d'esquadra son su policía, una policía nacida en democracia y sin mochilas de antecedentes dictatoriales. La CUP ha denunciado alguna vez algunos excesos, pero no ha encontrado mucho eco en el conjunto de la sociedad. Los nacionalistas españoles más ultramontanos  han dudado alguna vez de su capacidad, pero no se han quejado nunca de ninguna extralimitación.

Estos dos argumentos explican que parte de la sociedad que lamentaba la muerte de los etarras no lamente la de los yihadistas, pero no explica la unanimidad actual. Los pocos "peros" que he leído al abatimiento de los terroristas van en la línea de la utilidad para la lucha contra el terrorismo de capturarlos vivos, ninguno se cuestiona la violación del derecho a la vida. Así llego a la tercera conclusión.

Nos hemos vuelto más justicieros. La vida humana ya no nos parece un valor sagrado. La mayoría de la población todavía no está a favor de la pena de muerte, pero ya no nos parece tan mal la muerte como castigo: "se lo tenían merecido". Ningún político se atreve a contradecir este cambio demoscópico. Ni siquiera la CUP, la única que ha criticado alguna vez la brutalidad policial, ha abierto la boca esta vez. Saben que mucha de la gente que los mira con simpatía por ser los genuinos antisistemas les daría la espalda si acusaran de asesinato a los mossos.

He empezando diciendo que no iba a hablar de la actuación de los mossos. Quiero acabar diciendo que estoy reflexionando sobre la evolución de la sociedad, no la estoy juzgando. Yo también he sentido cierta alegría cuando he sabido que habían caído los yihadistas y solo sentí alivio cuando cayeron los etarras.