martes, 24 de marzo de 2020

El relato que no escribiré.

Hace unos meses, volviendo del trabajo, vi un zapato de tacón en el arcén. El zapato pasó allí algunos días. A la segunda o tercera tarde me dije que de ahí podía sacar un relato. Le fui dando vueltas. Tenía título : Zapatos. Un grupo de amigos vuelve en coche de la playa y ve un zapato en la cuneta. Alguien gasta una broma. A partir de aquí empiezan a ver zapatos, cada vez más frecuentes. La idea era ir creando un crescendo cambiando las risas iniciales por tensión. En este tramo me fallaron los recursos, no supe darle continuidad. El final lo tenía encarrilado. Los jóvenes alcanzaban un camión que iba cargado, tenía que decidirlo, de cadáveres o maniquíes a los que se les iban cayendo los zapatos.
Cuando nos quedamos encerrados pensé que era una buena ocasión para rematar el relato. A los cinco minutos, me dio la impresión de que aquel relato parecía una metáfora oportunista de la reacción que hemos tenido con el  covid19, desde las risas cuando pensábamos que eso les pasaba a los chinos que comían pangolines hasta el espanto de ver camiones del ejército trasladando ataúdes para incinerar o pistas de patinaje sobre hielo convertidas en morgue.
Nunca acabaré ese relato.

sábado, 25 de enero de 2020

Acongojante.

Hace ya cuarenta años que escuché a Isidre, un profesor de EGB, usar la palabra "acongojante". Estábamos de excursión por Ordesa y, ante un precipicio, dijo "es acongojante, se te ponen los congojos de corbata". Los que lo escuchamos, nos reímos. Era un ingenioso juego de palabras.
Con el tiempo, parecía que la broma había tomado vida propia. Empezaba a sospechar que mucha gente usaba la palabra, no como eufemismo, para evitar la malsonante "acojonante", sino pensando que estaba usando la palabra en su sentido genuino.
Mi sospecha se ha confirmado leyendo 1Q84. "Producían esa acongojante sensación de amenaza". Escandalizado por el mal uso del sinónimo de pena, he empezado a escribir esta entrada. Y cuando he ido a buscar la definición de la RAE me he encontrado "1. f. Desmayofatigaangustia y aflicción del ánimo.". Hala, 40 años de sonrisitas de superioridad cuando oía el palabro por el desagüe. Porque resulta que acongojante no solo significa que provoca pena, también puede provocar angustia. 

viernes, 17 de enero de 2020

Esos premios que no nos gusta recibir.

Hace unos años, unos cuantos compañeros decidimos montar un equipo de fútbol 7 y apuntarnos a un torneo que organizaba el Gimnàstic de Manresa. Quedamos últimos y recibimos el trofeo al Fair Play. Dos veces. Ese premio está bien cuando eres niño y te tienen que inculcar un montón de valores que irás perdiendo durante la edad adulta. Pero cuando eres mayor, y nosotros ya éramos muy mayores para jugar a fútbol, ese premio da cosica, nadie quería recogerlo. Entendimos el mensaje. Después de recoger el segundo premio, no volvimos a apuntarnos al torneo y los trofeos se perdieron en alguna de las mudanzas que las fusiones de Cajas de Ahorros nos propiciaron.
Me parecía que no podía recibir un trofeo del que sentirme menos orgulloso.
Hasta que recibí otro hace un mes.



Joder, y encima el segundo premio.

jueves, 19 de diciembre de 2019

¿Las primarias son buena idea?

En los últimos años se ha puesto de moda decir que las primarias son el mecanismo más democrático para decidir las cabezas de listas a  las diferentes elecciones. A mí, sin embargo, no me acaba de convencer. Un militante es, casi por definición, alguien más fanático que un simpatizante. Alguien que paga una cuota es, probablemente, alguien con menos dudas que el que solo tiene simpatías. Los militantes tienen tendencia a escoger líderes más capaces de enardecer a los convencidos que de convencer a los dubitativos. Y las elecciones se ganan convenciendo a los dubitativos.

sábado, 14 de diciembre de 2019

La solución está en el egoísmo.

Sin llegar al pesimismo de Hobbes, creo que está más cerca de la verdad  que Rousseau. Véase, por ejemplo, el éxito de los dos sistemas económicos que se ofrecieron para gestionar el gran reto del siglo XX: el aumento espectacular de la productividad del trabajo. Ganó por goleada el capitalismo. Se implantó en más países y concedió niveles mucho más altos de bienestar y libertad para sus ciudadanos que el capitalismo. El comunismo ofrecía unos objetivos mucho más atractivos que el capitalismo, pero necesitaba, para tener éxito, un requisito inalcanzable: la mayoría de seres humanos debían ser buenos. El capitalismo parte de un requisito más modesto, la mayoría de los ciudadanos deben ser civilizados. E intenta aprovechar una materia prima mucho más abundante: el
egoísmo.
En gran reto del siglo XXI es la gestión medio ambiental del planeta. La tecnología ha llegado a un nivel tal que es capaz de influir seriamente sobre el equilibrio del planeta, y no lo estamos haciendo bien. Las campañas de concienciación están bien, pero ¿quién se va a gastar 30.000€ en un coche eléctrico si el equivalente de combustión cuesta 15.000€? Oye, que si compras el eléctrico, dentro de 30 años vivirás mejor. Si lo que nos va a pasar dentro de 30 años fuese determinante para tomar decisiones, no existiría un solo fumador ni bebedor.
Lo que es aplicable a las personas, es aplicable a los estados. Será muy difícil convencer a Brasil de que deje de usar la Amazonía para producir oxígeno gratis para la humanidad si puede  usarla para producir soja y venderla. La solución es "comprarle" el oxígeno. Además de parecerme una solución viable, no me parece una solución muy injusta. El azar geológico a otorgado a Arabia un montón de petroleo que compramos sin cuestionarnos si es justo o no. Pagar a Brasil porque el azar biológico le ha otorgado un montón de oxígeno, no me parece más injusto.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Ejerciendo de censor en una escuela infantil

En las últimas elecciones acudí a un colegio electoral. Como la mayoría de colegios electorales, ocupaba las dependencias de un colegio de enseñanza. De primaria en este caso. Las urnas se habían instalado en un aula de los primeros cursos: perchas a muy baja altura, fotos de los niños para identificar el usuario de la percha, muchos carteles con letras muy grandes por las paredes... Por lo visto, este curso están volcados en la prehistoria. Dibujos de mamuts, hombres barbudos vestidos de pieles con hachas de piedra en las manos... Y entre todos los carteles, la letra de una canción que me indignó. No creo que la escuela, y menos la pública, deba servir para enseñar eso a los niños. Me daba cierta vergüenza porque sabía que me mirarían, pero no podía soportarlo. Así que, al final, me decidí. Cogí el bolígrafo y corregí el mensaje. Bisonte se escribe con B, no con V.

viernes, 25 de octubre de 2019

Bienvenidos a la normalidad.

Es normal.
Llevo más de una semana intentando escribir esto. No lo he hecho hasta ahora porque no sé cómo explicarlo bien. Sigo sin saberlo, pero si no lo digo, reviento: lo que pasó la semana pasada en Cataluña es normal.
La "violencia" independentista.
Cuando un porcentaje muy amplio de la población siente la frustración de ver que sus anhelos legítimos son inalcanzables bajo las leyes del estado, es inevitable que parte de la población recurra a la violencia.
La "violencia" del estado.
Lo explicó mejor Max Weber. Un estado se define porque ejerce el monopolio de la violencia. Donde nadie lo ejerce, no hay estado: Libia, Siria... Es cómodo que sea así. Para un peatón, es más fácil cruzar una calle de sentido único. Para las personas es más fácil vivir donde las hostias solo pueden venir de un lado. Cuando alguien ejerce violencia contra el estado, el estado ejerce más violencia y, como es más fuerte, acostumbra a ganar. Y eso no deslegitima al estado.
Lo que pasa por ahí fuera.
Las protestas en Cataluña han coincidido en el tiempo con otras protestas que nos pueden ayudar a relativizar lo sucedido aquí. Hong Kong, Ecuador, Chile, hace unos meses Francia... En todas partes las violencias de manifestantes y estados han sido superiores a las que hemos visto aquí.
No estoy haciendo consideraciones éticas.
La normalidad no es un concepto ético, es un concepto estadístico. Y me dan mucho miedo los que la convierten en un concepto ético. Que me parezca normal que se quemen contenedores no hace que me parezca bueno. Lo mismo pasa con la normalidad de que los antidisturbios repartan estopa. Cuando hablo de la legitimidad de las reclamaciones independentistas no estoy diciendo que sean más legítimas que las aspiraciones del estado de mantener el statu quo.
Y después, ¿qué?
Creo que, a medio plazo, las cosas se calmarán.No porque confíe en la bondad humana, sino porque confío en su egoísmo. Vivimos demasiado bien como para arriesgarlo. Las condiciones de las clases empobrecidas de Chile o Ecuador son mucho peores que aquí. Ellos tienen mucho más que perder. La amenaza para las libertades de los hongkoneses que supone la asimilación en China son mucho peores que las que tenemos aquí. Es estado también tiene motivos para buscar la calma. Para un país como España, un pequeño descenso en el PIB provocado por unos disturbios largos supondrían la ruina.