domingo, 7 de junio de 2020

Para lo de Nissan, no me sirve una solución socialista.

Hace unos días se hizo oficial que Nissan cerraba sus plantas en Cataluña. Enseguida aparecieron voces oportunistas criticando al gobierno español, al catalán y hasta al ayuntamiento de Barcelona. Nadie criticaba a los tres, pero muchos criticaban a dos de los tres.
Vamos a ver, los gobiernos poco pueden hacer para evitar una situación como ésta. Una empresa privada extranjera, con un porcentaje importante de capital público extranjero hará con su fábrica lo que le dé la gana. Y los gobiernos de aquí solo pueden subvencionar (más) las fábricas para que sus propietarios no las cierren.
Algún líder político propuso la nacionalización de las plantas. De poco serviría. Los coches hay que diseñarlos, hay que fabricarlos y hay que venderlos. No dudo que tengamos buenos ingenieros y buenos operarios, pero vender coches sin el amparo de una marca potente es casi imposible.
El coche es el producto capitalista por excelencia. Solo se puede montar una industria competitiva mediante herramientas capitalistas.

sábado, 25 de abril de 2020

Es imposible reglamentar el desconfinamiento.

Cada invierno pasa. Se avecina mal tiempo, las autoridades recomiendan circular sol si es imprescindible y seguimos yendo a todas partes. A veces, las borrascas que acaban llegando no son tan fuertes y no pasa nada. Otras, las borrascas cumplen las expectativas y pillan a bastantes conductores sin cadenas que acaban colapsando las carreteras. Ante fenómenos de evolución Incierta, sabemos dar consejos, pero no normas. Sólo sabemos cerrar un puerto de montaña cuando ya tiene mucha nieve. Antes de nevar, sólo sabemos aconsejar no pasar por él.
Ahora ha llegado el momento de reglamentar el desconfinamiento. El objetivo está claro: ir saliendo poco a poco de casa, empezando por los que más lo necesitan, y garantizando que se mantiene el distanciamiento social.  Todos tenemos claro que no es suficiente con los consejos. Las calles, como las carreteras en los temporales de invierno, se llenarían de gente. Hay que poner normas.
En el momento en el que escribo, el gobierno autoriza la salida de niños hasta 14 años, acompañados de adultos, a una distancia máxima de un kilómetro de su casa, una hora al día, entre las 9 de la mañana y las 9 de la noche y sin que se acerquen a otras personas. ¿Quién te asegura que no decide salir todo el mundo al mismo tiempo y se producen aglomeraciones en las calles?
La Generalitat tiene una propuesta más estricta: las salidas se podrán realizar por franjas horarias dependiendo de la edad del niño. ¿Qué pasa si trabajo a la hora que puedo pasear con el niño? ¿Qué pasa si tengo más de un hijo a los que corresponde salir en franjas diferentes?
Y, en cualquier caso, ¿cómo garantizas que la gente cumpla las normas? Porque si no tienes capacidad coercitiva para imponer las normas, éstas dejan de ser normas y se convierten en consejos.
Y solo hemos hablado de dejar salir a los niños. A cada paso tendremos las mismas dudas y controversias.
No nos va a quedar más remedio que confiar en la sociedad y esperar que seamos responsables y hagamos caso de los consejos. Esta vez hemos visto las orejas al lobo muy de cerca, eso ayudará. Pero seguimos siendo igual de egoístas.

martes, 7 de abril de 2020

Las malas noticias de los martes.

Soy un poco obsesivo con los números. Como no soy muy inteligente para  comprender situaciones complejas, intento reducirlas a números sencillos. Me pierdo muchos detalles, pero veo mejor el conjunto.
Desde que la Covid19 llegó a España, me voy apuntando el número de fallecidos. Me parece el dato determinante y más objetivo.
Ayer , después de cuatro días de descenso, ha habido más muertes que anteayer.
El lunes pasado, después de cuatro días en los que la cifra de muertos crecía cada día más despacio, creció un poco más deprisa.
Leo que los expertos lo llaman el efecto fin de semana. Que no es que los fines de semana seamos más felices y tengamos menos ganas de morirnos, ni que el lunes durmamos menos y eso nos perjudique. Por lo visto, los fines de semana hay menos gente administrativa trabajando y bastantes muertos se acaban contando el lunes. Y eso no sólo pasa en los vivalavirgen países latinos. En la calvinista Holanda también pasa.
Seguí revisando los datos hacia el país y se repite la secuencia. Entre en 18 y el 23 de marzo, el número de fallecidos crece cada vez menos. El crecimiento pasa del 58% al 13%. Y el 24 se dispara hasta el 46%. Pero el 24 era martes. ¿Por qué se aplazó un día el efecto fin de semana?

domingo, 5 de abril de 2020

Vayamos con cuidado.

ADVERTENCIA: Mis conocimientos de epidemiología, economía y sociología son los mismos que de fútbol y nunca nadie me ha confiado la dirección de un equipo.

Para vencer o domesticar un virus, tenemos tres caminos: la inmunización, el ataque farmacológico al virus o la paliación de los síntomas.
A la inmunización se llega por dos caminos: por la vacuna o a lo burro, con la infección masiva. Para la vacuna aún nos faltan meses que se pueden hacer muy largos. Para la infección masiva no tenemos ni idea de cuánto falta. Sabemos que hay muchos infectados sin síntomas, pero no sabemos evaluar ese "mucho". Un estudio serio hablaba de una horquilla entre 1'9 y 19 millones de infectados en España.
El ataque farmacológico al virus, matar el bicho, es poco eficiente. En la gripe común, que lleva tiempo con nosotros, hemos desistido de usar esa vía.
Ahora mismo, sólo podemos paliar los síntomas. Como tenemos muchos contagiados y desconocemos cómo actúa el virus en nuestro cuerpo, el sistema sanitario está casi desbordado.
Ahora mismo, parece que la epidemia empieza a dejar de crecer. Llevamos 3 días en los que la cifra de muertos es inferior a la del día anterior. Las cifras son falsas, pero, si se han cometido los mismos errores todos los días, la tendencia es cierta. Y hay que tener en cuenta que los fallecidos de un día se contagiaron una semana antes.
Entre este estancamiento de pacientes y que empezamos a saber alguna cosa sobre cómo tratar los síntomas, el sistema sanitario puede alejarse del colapso.
Tenemos que empezar a pensar en cómo abrir el grifo. No va a ser fácil. Todos queremos salir, muchos necesitan salir y bastantes tienen necesidad imperiosa de salir. La presión va a ser importante. Pero parece que el virus sigue ahí y de manera muy extensa. Según datos de Trànsit de Catalunya, las primeras medidas de confinamiento supusieron una disminución del 65% del tráfico. Las segundas, un 10% adicional. Si con estas medidas solo hemos conseguido parar el crecimiento de la epidemia,  cualquier precipitación en la relajación de las medidas la volverá a disparar. Domesticar al virus (hacer que no se contagie demasiada gente y tratar adecuadamente a los que se contagian) es lo más importante, pero no lo único. Cualquier decisión que se tome tardará por lo menos una semana en tener efectos sobre la epidemia, pero tendrá efectos inmediatos sobre la opinión pública y la economía de mucha gente y efectos a largo plazo sobre la economía de grandes empresas (que, a su vez, afectará a muchas personas). Habrá que equilibrar la presión social y la sanitaria.
Mientras, nos iremos infectando todos y nos habremos inmunizado.

martes, 24 de marzo de 2020

El relato que no escribiré.

Hace unos meses, volviendo del trabajo, vi un zapato de tacón en el arcén. El zapato pasó allí algunos días. A la segunda o tercera tarde me dije que de ahí podía sacar un relato. Le fui dando vueltas. Tenía título : Zapatos. Un grupo de amigos vuelve en coche de la playa y ve un zapato en la cuneta. Alguien gasta una broma. A partir de aquí empiezan a ver zapatos, cada vez más frecuentes. La idea era ir creando un crescendo cambiando las risas iniciales por tensión. En este tramo me fallaron los recursos, no supe darle continuidad. El final lo tenía encarrilado. Los jóvenes alcanzaban un camión que iba cargado, tenía que decidirlo, de cadáveres o maniquíes a los que se les iban cayendo los zapatos.
Cuando nos quedamos encerrados pensé que era una buena ocasión para rematar el relato. A los cinco minutos, me dio la impresión de que aquel relato parecía una metáfora oportunista de la reacción que hemos tenido con el  covid19, desde las risas cuando pensábamos que eso les pasaba a los chinos que comían pangolines hasta el espanto de ver camiones del ejército trasladando ataúdes para incinerar o pistas de patinaje sobre hielo convertidas en morgue.
Nunca acabaré ese relato.

sábado, 25 de enero de 2020

Acongojante.

Hace ya cuarenta años que escuché a Isidre, un profesor de EGB, usar la palabra "acongojante". Estábamos de excursión por Ordesa y, ante un precipicio, dijo "es acongojante, se te ponen los congojos de corbata". Los que lo escuchamos, nos reímos. Era un ingenioso juego de palabras.
Con el tiempo, parecía que la broma había tomado vida propia. Empezaba a sospechar que mucha gente usaba la palabra, no como eufemismo, para evitar la malsonante "acojonante", sino pensando que estaba usando la palabra en su sentido genuino.
Mi sospecha se ha confirmado leyendo 1Q84. "Producían esa acongojante sensación de amenaza". Escandalizado por el mal uso del sinónimo de pena, he empezado a escribir esta entrada. Y cuando he ido a buscar la definición de la RAE me he encontrado "1. f. Desmayofatigaangustia y aflicción del ánimo.". Hala, 40 años de sonrisitas de superioridad cuando oía el palabro por el desagüe. Porque resulta que acongojante no solo significa que provoca pena, también puede provocar angustia. 

viernes, 17 de enero de 2020

Esos premios que no nos gusta recibir.

Hace unos años, unos cuantos compañeros decidimos montar un equipo de fútbol 7 y apuntarnos a un torneo que organizaba el Gimnàstic de Manresa. Quedamos últimos y recibimos el trofeo al Fair Play. Dos veces. Ese premio está bien cuando eres niño y te tienen que inculcar un montón de valores que irás perdiendo durante la edad adulta. Pero cuando eres mayor, y nosotros ya éramos muy mayores para jugar a fútbol, ese premio da cosica, nadie quería recogerlo. Entendimos el mensaje. Después de recoger el segundo premio, no volvimos a apuntarnos al torneo y los trofeos se perdieron en alguna de las mudanzas que las fusiones de Cajas de Ahorros nos propiciaron.
Me parecía que no podía recibir un trofeo del que sentirme menos orgulloso.
Hasta que recibí otro hace un mes.



Joder, y encima el segundo premio.