La primera medida de Europa Occidental, cuando algún país se porta mal, es imponer sanciones económicas. A pesar de las vueltas que ha dado el mundo en el último siglo, seguimos siendo los más ricos. Podemos hacer mucho daño cerrando nuestra cartera. En ese convencimiento estábamos, cuando llegó la invasión de Ucrania y descubrimos que dejar de comprar no es tan fácil.
Ahora somos conscientes de que, si queremos dejar de comprar gas o petróleo a Rusia, debemos comprarlo a países poco democráticos como Argelia, Qatar o Arabia. O a países que usan técnicas poco respetuosas con el medio ambiente como el fracking. Hasta hemos descubierto que, mientras cerrábamos minas de carbón europeas, seguíamos comprando y quemando carbón ruso.
De esta crisis deberíamos salir convencidos de que Europa necesita más autonomía energética. Puesto que el azar geológico no ha sido generoso con este extremo de Eurasia, la única solución es volcarnos en la producción y el transporte de energía renovable. Y eso va por todos. Desde los que quieren seguir quemando petróleo porque a corto plazo es más barato hasta los que quieren evitar los parques eólicos o las MAT porque les estropean el paisaje.
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